«La tierra prometida», de Nikolaj Arcel
Posted on 21 diciembre, 2025 By José Luis Muñoz Cine, Críticas
JOSÉ LUIS MUÑOZ
Western nórdico a la mayor gloria de ese actor proteico y rocoso que es Mads Mikkelsen. El alcohólico protagonista de Otra ronda es aquí el capitán Ludvig Khalen, el hijo bastardo de un noble y una sirvienta (el título original de la película es Bastard) que quiere medrar en la corte del rey danés Federico V colonizando el árido páramo de Jutlandia, yermo hasta entonces. Contra viento y marea, y la marea es el despótico, caprichoso y cruel vecino que tiene, Frederik de Schinkel (Simon Bennbjerq compone un personaje sencillamente odioso), un terrateniente que mata a sus esclavos por puro placer y no admite que un plebeyo se establezca al borde de sus límites. Pero Khalen consigue su propósito, con la ayuda de Ann Barbara (Amanda Collin), una esclava fugitiva, la niña gitana Anmal Mus (Melina Hacberg), y colonos alemanes, de convertir Jutlandia en una tierra fértil.
Nikolaj Arcel (Copenhague, 1972), director todoterreno (Un asunto real, Jinetes de la justicia, Los hombres que no amaban a las mujeres) con Mads Mikkelsen como actor fetiche, filma este western áspero y violento, adaptando la novela de época El capitán y Ann Barbara de la novelista danesa Ida Jenssen, un alegato sobre la situación social en la Dinamarca del siglo XVIII y el poder casi feudal que tenían los nobles terratenientes sobre sus campesinos. La tierra prometida es un drama rural (la lucha de David contra Goliat, del débil pero testarudo Ludvig Khalen contra Frederik de Schinkel) que se va cociendo a fuego lento hasta su eclosión final que es una catarsis violenta. El personaje de Khalen contiene su ira por sus propios intereses —asiste, sin impedirlo, al martirio y asesinato de su trabajador Anton Eklund (Gustav Lindh), una de las escenas más brutales de La tierra prometida— y antepone todo a su obsesión por hacer de Jutlandia una tierra cultivable y ganarse el apoyo del rey y un título nobiliario.

Cuando el odioso Schinkel envía una partida de asesinos para diezmar a los colonos de Khalen, este entra a caballo en su propiedad y se planta pistola en mano ante su rival que desayuna tranquilamente, y no le dispara, que es lo que el espectador espera, porque el capitán es un maestro en controlar sus emociones e impulsos, una especie de Fletcher Christian (Marlon Brando) ante los desmanes del capitán Blight (Treword Howard) en Rebelión a bordo. Es al final, cuando rescata a la niña gitana que ha dejado en un hospicio, por la exigencia de los colonos alemanes a su servicio que la ven como encarnación del maligno, y se libra de esa tierra que lo tiene esclavizado, cuando el personaje se humaniza y se libera de sí mismo.
La fotografía de Rasmus Videbaek saca un partido extraordinario del paisaje yermo del páramo y de los trabajos agrícolas. La película de Arcel tiene secuencias memorables como la presencia de esa niebla heladora que despierta a Khalen y Ann Barbara a medianoche y los obliga a salir de la casa para proteger su sembrado de patatas con mantas. La relación entre la esclava fugitiva y su nuevo amo pasa de la simple satisfacción del deseo sexual —ella lo cabalga a él, tomando la iniciativa, sin ni siquiera desvestirse después de ir a su cama porque tiene frío, sin besos ni abrazos— a la complicidad amorosa por el roce diario. Khalen, a medida que avanza la narración, se va humanizando, a pesar de que cede en todo —el tormento y muerte de su trabajador; la expulsión de la niña gitana; los desaires y humillaciones de su vecino Schinkel— por su misión obsesiva y su apego a ese pedazo de tierra que es tan hostil como él mismo. El ex capitán es un personaje tan adusto y obsesivo que ni tan siquiera corresponde al coqueteo de Edel Helene (Kristine Kujath Thorp), la aristocrática hermana de su odiado enemigo que lo tienta con sus besos y se encuentra enfrente con una roca que no responde a sus requerimientos.
La tierra prometida es un drama telúrico extraordinariamente bien filmado en donde la miseria y la dureza de los que trabajan la tierra contrasta obscenamente con el lujo de los nobles caprichosos que viven en ostentosos palacios y se comportan con sus subordinados como auténticos psicópatas y los tratan peor que a las bestias. Nikolaj Arcel no rehúye de la violencia explícita y sangrante cuando la narración lo requiere. Recuerda el film, por época y por la situación miserable del campesinado que retrata, a Pelle el conquistador de Bille August, otro drama de época, aunque el personaje interpretado por Max von Sydow, sumiso, cobarde y débil, un antihéroe que decepciona y humilla a su pequeño hijo, está en las antípodas del de Mads Mikkelsen cuyo recital interpretativo es uno de los puntos fuertes de esta gran película.
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