“Escribo para salvar una memoria”, dice el autor cubano de “Fugas”, William Navarrete

63849_4981684348495_625921674_nWilliam Navarrete, un cubano en París. Foto: Facebook

 

Por Mónica Maristain

Hay un fondo de congoja inevitable, de la que uno se no se puede escapar fácilmente en Fugas (Tusquets), la nueva novela del cubano Willian Navarrete.

Como si la narración escondiera en sus pliegues historias que no se dicen, secretos que se pueden descifrar sólo si uno como lector acepta el pacto que propone tácitamente un autor de sutilezas, de intuiciones.

Vivir en una isla aislado, por ejemplo, no es necesariamente tener acceso fácil a la intimidad. Por el contrario, el protagonista tiene una existencia demasiado coral, donde confluyen personajes de todo tipo y La Sombra se erige con la fuerza que intenta encadenarlo a la tierra, al barrio, a la esquina conocida.

Sin embargo, nada va a impedir que la fuga acontezca; pero nada es lo que parece y nadie consigue nunca fugarse del todo.

Entre la nostalgia del que se fue y la añoranza de los que se queden, la historia se recicla para nunca transformar lo esencial. Y es así como Fugas se convierte en el juicio implacable a un país que es una isla en todos los sentidos posibles, el más grave de los cuales consiste precisamente en no admitirlo.

William Navarrete nació en La Habana en 1968 y reside en París desde hace más de 20 años.Cursó estudios de historia del arte en la Universidad de La Habana y de civilización hispanoamericana en la Universidad de la Sorbona.

Ha trabajado como periodista, profesor, curador de arte y traductor para organizaciones internacionales de Naciones Unidas. Ha publicado 15 libros de ensayo, poesía y narrativa, dirigió varias antologías y colecciones de literatura y obtuvo diversos premios y reconocimientos por su labor cultural.

En francés ha escrito dos volúmenes sobre la música cubana y varios ensayos literarios, así como un diccionario de hechos y personajes insólitos de Cuba.

Su primer libro de poesía, Edad de miedo al frío, recibió el premio Eugenio Florit del Centro Cultural Panamericano de Nueva York.

Su primera novela, La gema de Cubagua (Madrid, 2011) fue incluida bajo el título de La danse des millions en el catálogo de La Cosmopolite, una de las colecciones de literatura extranjera más prestigiosas de Francia, dirigida por la editorial Stock.

Fugas es el testimonio de una prosa barroca, con sentido clásico, la herramienta imprescindible con la que el autor explora los diferentes niveles del discurso en personajes que traen los sonidos de la calle y de las costumbres populares

 

– ¿Dirías que Fugas es una novela sobre la nostalgia?

– Probablemente lo sea desde el punto de vista del autor, pero no desde el punto de vista del narrador, porque ese personaje es un niño que por tanto no puede tener nostalgia de un pasado que no vivió.

 

– Sin embargo, tiene esa “nostalgia del futuro” que se plantea por ejemplo en Días de radio, la película de Woody Allen, también narrada por un niño…

– Sí, es una trampa en cierto modo, porque un niño no puede saber tanto. Al mismo tiempo, es probable que lo sepa porque lo oye. En eso consiste la magia literaria, todo está permitido mientras se justifique en la narración. Nadie duda por ejemplo de que el niño pueda hacer análisis tan profundos sobre las cosas, sobre todo porque nunca queda claro el tiempo desde donde narra. ¿Narra en el momento en que las cosas suceden o las cuenta después de que sucedieron? Eso nunca queda muy claro. Fugas, una novela desde la nostalgia para construir la memoria con pedacitos de historias.

 

port-fugas-alta Foto: Tusquets – Todo sucede además en un clima de mucha ternura, pero siempre algo se rompe…

 

– Es que Cuba es un país fraccionado y su historia es la de muchos otros países del continente, donde suele acontecer la pérdida de muchísimas cosas, de la identidad, de la familia…lo que se salva son pedazos, fragmentos que van quedando. Siempre pienso que en Latinoamérica la historia se construye con pedacitos de historias que hemos salvado casi de milagro y que están atadas con alfileres.

 

– Cuba es un país donde se paran los elevadores, donde se rompen las máquinas…

– Donde la gente se enamora en un elevador, porque no tiene otro lugar donde hacerlo…Cuba no es un país surrealista, es hiperrealista. Hay un exceso de realidad alucinante…

 

– El lenguaje barroco que tal vez porque sea una lectora previsible me recuerda a Alejo Carpentier, hace que Fugas se convierta en una novela gozosamente anacrónica…

Sí, está escrita contra lo que se lleva hoy y eso es porque tengo una formación clásica. Mi origen está en el español muy cuidado, con las frases grandilocuentes, altisonantes y no sé expresarme de otro modo. Sí, se enmarca en Lezama Lima, en Carpentier, en este tipo de escritores que cuidaban tanto la palabra. Fíjate que lucho un poco contra ese estilo, porque temo que en ocasiones luzca un poco arcaico. También la confluencia de discursos de diferentes niveles sociales vuelve un poco barroca a la narración…

 

– ¿Esta novela saldrá en Cuba?

– No, de ninguna manera. Ellos dirán que es porque no hay papel, pero la realidad es que no les gusta que uno se burle de lo que allí han creado.

 

– Bueno, pero nada es para siempre, lo dice uno de los personajes de tu novela…

– Sí, no vale la pena angustiarse, no hay mal que viva 100 años ni cuerpo que lo resista. Los gobiernos pasan y lo que queda es la historia, el arte, la música…

 

– ¿No tienes nada bueno para destacar del gobierno cubano?

– No sé qué decirte. Igual uno es muy exigente con lo de uno…pienso que este tipo de experiencia pudo haber sido útil en un momento dado, pero por la radicalización que ha sufrido el sistema y el tiempo que ha durado, todo lo bueno se ha desvanecido.

 

– ¿Eres un autor del exilio?

– De ninguna manera, son ellos los que me han colocado en el exilio al no publicar mis libros, no yo. Detesto el panfleto y escribo para salvar una memoria, para salvar aquello que no nos pueden quitar.

 

– ¿Cómo es ser cubano, estudiar en La Sorbona, vivir en París?

– Bueno, es un caso atípico, en general los cubanos van a La Florida, en Miami. París forma parte de mi vida y como buen parisino ya hasta tengo ganas de matar a alguien.

 

– ¿Qué es la literatura para ti?

– Una libertad que uno le regala a los demás. Me siento libre creando, inventando y me gusta que el lector se meta en mundos que no son los de él, para aprender, para disfrutar… Me gustan las historias y no creo para nada en esa “literatura experimental” que estuvo de moda en una época.

 

– ¿Qué escritores cubanos te interesan?

– Leonardo Padura, porque cuenta historias. Reynaldo Arenas, porque aunque sus historias no está esperando ningún desenlace, tiene tanta gracia lo que cuenta que me fascina. Wendy Guerra, mi colega y hermana, también me gusta mucho, esa manera de ir construyendo la historia con viñetas, como piezas de un rompecabezas…

 

 

 [SinEmbargo]

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