El lado femenino de la historia : Mujeres trovadoras, mujeres olvidadas

Por Sandra Ferrer

trovadoras

 

La poesía y la lírica femeninas han existido desde los tiempos clásicos. Desde Safo, considerada la madre de todas las poetisas, hasta nuestro siglo, la mujer ha sido creadora de bellos versos y preciosas canciones. En la Edad Media, aquellas que querían crear poesía, componer o simplemente escribir, debían hacerlo en el contexto del universo sacro. Los siglos medievales nos legaron muchas creaciones de monjas que, tras los muros de sus conventos compusieron sublimes cantos a Dios.

Pero en aquellos siglos en los que lo divino estaba por encima de lo profano, una mujer no podía sobresalir en el mundo secular.

Si viajamos en el tiempo a los siglos XII y XIII, al Mediodía Francés, a Occitania, nos toparemos con las más que famosas cortes de amor. El amor cortés, los trovadores, los juglares, se han convertido en una imagen típica a la hora de recordar la Edad Media.

Hombres con altas dotes creativas cantaban al amor de una mujer que estaba fuera de su alcance. Pero ¿y las mujeres? ¿Ellas no querían cantar al amor, al amor profano? Por supuesto que sí. El problema está en que, mientras que se conocen más de cuatrocientos nombres de trovadores, cantantes, poetas, escasos veinte nombres de mujeres han escapado del olvido de la historia. Aquellas misteriosas y poco conocidas poetisas fueron conocidas como trobairitz.

Estas trovadoras eran mujeres pertenecientes a la nobleza que, a través de sus versos, relataban la felicidad, la desilusión, la ansiedad, el deseo, sentimientos todos provocados por el amor de un amigo al que deseaban con profunda pasión. Versos en los que las trobairitz buscaban encontrar la belleza y la perfección, describiendo aquellas cualidades necesarias para amar a un hombre.

En definitiva, las trovadoras cogieron las riendas de sus relaciones amorosas, fueron exigentes con el ser amado y no dudaron en convertir en arte sus sentimientos más profundos.

De todas esas trovadoras, para frustración de muchos, sólo ha llegado a nuestros días algunos nombres, Beatriz de Día , Clara d’Anduza o Azalais de Porcairages, y sólo una parte de su obra con la que nos hemos de conformar.

La gran pregunta: ¿Si aquellos versos de amor hubieran sido escritos por manos masculinas, hubieran sido tratados de otra manera? ¿Sus autores habrían sido mejor tratados por la historia?

Fuente: Historia de las mujeres. Una historia propia, Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser

 

 

 

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