Entrevista con un hombre muerto (síndrome de Cotard)

Por Antonio Martínez Ron

 

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Imagen: Powerhouse Museum Collection (Flickr)

 

El doctor Steven Laureys está en su despacho de la Universidad de Lieja, en Bélgica, cuando recibe una llamada de su secretaria. «Es realmente importante que venga a hablar con este paciente», le dice muy agitada. «Me está diciendo que está muerto».

El paciente se llama Graham, tiene 48 años y un buen día de 2004 se levantó de la cama con la convicción de que había fallecido. Unos meses antes había intentado suicidarse por electrocución, metiendo un cable de la luz en la bañera, y el episodio le provocó una depresión que desembocó en lo que se conoce como síndrome de Cotard.

Los pacientes con este síndrome, descubierto a finales del siglo XIX por Jules Cotard, están convencidos de que están muertos, o de que no existen, y en ocasiones se dejan morir de hambre por ausencia total de estímulos y movimientos. En el caso de Graham, como cuenta Helen Thomson en un magnífico reportaje en New Scientist, acudió a su médico con la convicción de que su cerebro había muerto tras el intento de suicidio.

«Es difícil de explicar», asegura. «Me siento como si mi cerebro ya no existiera. Les insistía a los médicos que las pastillas no iban a funcionar porque yo ya no tenía cerebro. Me lo freí en la bañera». Su estado alcanzó tal extremo que Graham salió un día de su casa y se dirigió al cementerio para quedarse. «Solo sentía que debía estar allí», explica. «Era lo más cerca que podía estar de la muerte».

El caso llegó hasta Adam Zeman, de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido, y Steven Laureys, de Lieja, quienes le sometieron a una prueba de imagen cerebral para ver qué estaba pasando en su cabeza. El concreto, realizaron una tomografía por emisión de positrones (PET) y lo que descubrieron les dejó impresionados: la actividad metabólica de su corteza cerebral se parecía más al de una persona en estado vegetativo o anestesiada que al de una persona «despierta».

 

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«Nuestros datos», escriben en el estudio publicado en la revista Cortex, «sugieren que la profunda alteración del pensamiento y la experiencia, expresados en el síndrome de Cotard, refleja una profunda alteración en las regiones cerebrales responsables del ‘núcleo de la conciencia'». Su hipótesis, a falta de más estudios sobre el fenómeno, es que la reducción del metabolismo produjo en Graham esa experiencia alterada del mundo, en la que él creía no existir.

Y decimos «creía» porque, tal y como revelan en New Scientist, Graham se ha recuperado gracias a la psicoterapia y la medicación y ha dejado de sufrir el síndrome. «Ya no siento que mi cerebro está muerto», confiesa. «Las cosas se ponen un poco extrañas algunas veces».

 

Fogonazos

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