La secuencia del día: El resplandor

Por Tamara Moya.

La secuencia de hoy pertenece a la película El Resplandor (Stanley Kubrick, 1980). Se trata de una de las últimas películas del director de Lolita (1962) o La naranja mecánica (1971), y del que ya hemos analizado Barry Lyndon (1975) en La secuencia del día. El filme, que no tuvo una buena acogida por parte de la crítica en su momento (tuvo incluso dos nominaciones a los Premios Razzie al peor director y a la peor actriz -Shelley Duvall-), continúa siendo a día de hoy un filme inquietante y difícil de digerir, sin duda por ese tratamiento tan natural que realiza de la aparición de lo fantástico.

      En El resplandor, Jack Torrance (Jack Nicholson), un escritor que busca un lugar tranquilo para desarrollar su actividad, se traslada con su mujer y su hijo pequeño al hotel Overlook durante la temporada de invierno, época en la que éste permanece cerrado al público y durante la cual la familia se encargará del mantenimiento de las instalaciones. Pero la tranquilidad se va deteriorando poco a poco cuando Jack comienza a sufrir trastornos de personalidad al mismo tiempo que el resto de miembros de la familia experimentan fenómenos paranormales.

     En esta secuencia, en la que el niño recorre montado en su triciclo los largos pasillos del hotel mientras su madre realiza una actividad tan cotidiana como llevar el desayuno, la tensión se incrementa cada vez que el niño dobla una esquina, pero también con el mero hecho de tener enfocado constantemente el fondo. En efecto, la secuencia que nos ocupa supone un ejemplo de un recurso utilizado durante toda la película: el empleo constante de ópticas cortas, llegando incluso al borde de la deformación. Esta decisión  de utilizar siempre ópticas que aporten profundidad de campo está relacionada con la necesidad de que el fondo permanezca siempre enfocado, ya que el hotel se establece como cuarto protagonista (si consideramos que los tres miembros de la familia son más importantes que éste último).

    Por otro lado, llama también la atención la centralidad de los elementos del encuadre: Kubrick, lejos de regirse por la norma de los tercios, decide situar los elementos importantes en el centro del plano, de tal modo que las diagonales del mismo llevan hacia el centro óptico de la imagen. De igual manera, existe una obsesión geométrica en la película que se ve reflejada aquí en elementos como las columnas y las alfombras simétricas, así como en la disposición de los elementos de la puesta en escena. De hecho, uno de los elementos más paradigmáticos del filme es precisamente una estructura laberíntica.

     En relación a la banda sonora, destaca el hecho de que en una película de género como ésta el tratamiento sonoro sea tan naturalista, otorgando aquí protagonismo a ese sonido de las ruedas del triciclo que cuando pasan sobre las alfombras de manera intermitente parecen evocar casi un redoble de tambores.

      Esta secuencia tiene además de particular el hecho de que en ella se empleó la steady cam, sistema que por aquel entonces se acababa de comercializar y que permitía filmar movimientos más complejos. En efecto, el perfeccionista de Kubrick sabía que necesitaba algo distinto a un travelling para seguir el movimiento del triciclo y apostó por este estabilizador de cámara que hasta entonces se había empleado de manera experimental en muy pocas películas.

 

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