A propósito de «Solo de flauta»
Por Pilar Romano
Varias veces leí que Solo de flauta (Alfaguara, 2013) es un libro inclasificable. Yo me atrevo a decir que no es así, es claramente clasificable: es buena literatura, una bella, muy bella expresión de la literatura. Y cuando eso ocurre se vuelven innecesarios los géneros. Me parece una visión singular de momentos vividos o imaginados, diestramente pintados, para que el lector los comparta. Y se enternezca. Y disfrute. Y a su vez recuerde. Y en mi caso, vuelva a admirar a quien escribe.
Solo de flauta… flauta… flauta traversa… letras traversas, en el sentido de que atraviesan de lado a lado. “Púrpura, brillante, la pared se extiende y se distiende. Las espirales del sonido aparecen, desaparecen. Subes y bajas”… “Desde adentro, muy adentro, o desde atrás, ni sé de dónde, vuelve un cantar o un pensamiento que me asalta y me puebla los sentidos”.
Flauta… flauta sueca… la flauta mágica de Bergman… letras mágicas en cuanto a lograr que los recuerdos y la materia se transformen en peces que se mueven y se agitan. “Tengo añejos los recuerdos y las penas, tengo en mis manos la certeza, como el agua juguetona que ahora lame tus pezones…”
A todos los resquicios llegan los textos de este sugerente y temerario Solo de flauta. Hay, sin duda, una atareada labor de estructuración, con búsqueda de lo singular y represión de la prisa.
Me sorprende, me encanta la percepción intensa de lo circundante, mostrando con imágenes poéticas el sentimiento limpio pero apasionado que le provocan al narrador las personas y los hechos. Con esa adjetivación que siempre pondero y que no sé copiar, como a veces lo he intentado, de envidiosa nomás… “una acuarela sucia y sorda…”
En estos chispazos escritos tan bellamente aparece otra vez la capacidad de René Rodríguez Soriano para logar que el lector viva aquello que cuenta, no como un reflejo de la realidad “real” sino de la que él ha creado espejada en ella —¿realidad “bizca”? — que nos hace adivinar hacia dónde mira y mirar en el mismo sentido y arrastrar trocitos de nuestras propias vivencias hasta allí para recrearlos nosotros también, seres distintos que no sabemos contarlos ni cantarlos a su manera.
Finalmente digo que «Solo de flauta» provoca un estado de íntimo alborozo, como ante una melodía recién descubierta.
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