Me gusta el fútbol, pese a todo

Por Javier Vayá

Articulo-015-715x1024Hace tan solo un par de días los jugadores del Racing de Santander se fundían en un abrazo en mitad del campo, negándose a jugar el partido si no dimitía toda la junta directiva del club y ofreciendo una imagen histórica que además se convertía en metáfora de la terrible situación en la que se encuentra inmerso el fútbol en nuestro país. Otra burbuja que explota a la que se permitió engordar de manera alegre e irresponsable y de la que desconocemos todavía la magnitud de su onda expansiva. La crisis económica ha hecho mucho daño también al mundo del fútbol pero no olvidemos que es posiblemente el lugar en el que se han cometido y se continúan cometiendo los mayores excesos.

La imagen de los jugadores del Racing no es la única aunque quizá sí la más significativa, poco antes dimitía el presidente del Barcelona por las presuntas irregularidades en el fichaje de un jugador, mientras que otro era acusado de no estar al día con Hacienda, anteriormente se condenaba a varios años de cárcel al presidente del Sevilla, equipos como el Valencia viven situaciones convulsas por culpa de las deudas hasta el punto de dejar su nuevo estadio a medio construir durante años…la lista sería interminable y cuanto más modesto es el equipo la situación es todavía más terrible con jugadores que no recuerdan ya cuando fue la última vez que cobraron sus nóminas, inmersos en una precariedad laboral que es la némesis total del glamour al que solemos asociar a la figura del futbolista profesional.

Esta situación no es casual y como digo viene siendo alimentada y permitida desde mucho tiempo atrás por los que mandan, empresas, Bancos y gobernantes de todo tipo. Se permite desde que las cifras por las que se paga por un fichaje o que cobra un jugador de élite adquieren el adjetivo de, como mínimo, obscenas, dejando que existan tantas figuras ambiguas, extrañas y ajenas, representantes, comisiones, plazos, objetivos, etc. Se alimenta al tapar con dinero público las chapuzas de los presidentes de turno o dar préstamos sin tener en cuenta las deudas salvajes de los clubs. Se alienta exaltando y dando un poder casi ilimitado a dichos presidentes, la mayoría de ellos caciques o personajes oscuros que se pegan golpes en el pecho jurando amar al club y que en realidad tan solo lo utilizan para seguir engordando los bolsillos y medrar política y socialmente.

Racing

El fútbol es algo instaurado de forma tan atávica en la sociedad, provoca tantas desilusiones y alegrías, odios y lealtades, mueve tantas cantidades de dinero y de masa social que nadie (jueces, políticos, organizaciones) en su sano juicio es capaz de atreverse a meter mano y tratar de hacer limpieza, tarea ardua y kamikaze donde las haya. Pero la culpa también es de los aficionados que mientras su equipo gane títulos, juegue bien o haga grandes fichajes, es capaz de mirar hacia otro lado ante los chanchullos y las prácticas bordeando la legalidad de su presidente o el dinero que un Banco o un ayuntamiento es capaz de aportar para la causa.

Es evidente que se debe terminar con esta pasividad que flaco favor hace al deporte rey, de hecho estamos asistiendo ante la desaparición del concepto de fútbol como hasta ahora lo conocíamos. Habría que aprovechar esta terrible situación para volver a la esencia del deporte, a la belleza de un juego que ha dado páginas gloriosas y hermosas, a la emoción de los padres inculcando un sentimiento a sus hijos, a la camaradería de los amigos apoyando a su equipo en el bar, a esa sonrisa boba la mañana de un lunes de camino al trabajo, a la pureza y la ilusión de un niño descalzo jugando con un balón de trapo. Todo eso que jamás debió convertirse en otra forma cruel y despiadada de negocio.

 

 

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