Frígida con la cocina

 

Siempre en su punto.

 

LilianPallares-1Por Lilián Pallares 

 

No exagero, son años los que llevo escuchando el mismo interrogatorio, suelen hacerlo a las 2 de la tarde ó 9 de la noche cuando estoy con ganas de todo y fuerzas para nada.

-¿Cómo así que no sabes?… ¿ni un huevo?

y contesto con total transparencia.

-También detesto el huevo.

-Es importante saber hacer dos ó tres platos para salir del apuro.

-Lo se, pero créanme, no me gusta y punto.

Cuando aseguro que no me divierte cocinar, pero que amo comer y que me cocinen, suele generarse un prolongado silencio a mi alrededor. Para hacerme entender he tenido que pasar por diversos debates biológicos, morales, gastronómicos, sexuales, filosóficos, culturales, espirituales, de todo tipo, hasta una amiga me aconsejó consultar las constelaciones familiares para descubrir la causa de mi aversión a los fogones encendidos.

A muchos les cuesta comprender mi negativa a preparar mis sagrados alimentos, a no querer adentrarme en ese espacio donde la vida se cuece a fuego lento y a que mis manos torpes se rehúsen a coger el cuchillo para pelar cebollas, freír patatas y quemarme los dedos. Si me esforzara en aprender podría convertirme en una experta de las codornices rellenas de foie-gras y salsa de trufas,  pero mi problema no consiste en no saber hacerlo, sino en mi incapacidad de sentir ese ardiente placer que produce el cocinar.

Así como existen frígid@s con el sexo, es normal que también existan frígid@s con la cocina, seres que no sentimos la más mínima excitación al tocar el cuerpo metálico de una olla express, ni interés alguno por descubrir la alquimia secreta de los alimentos ó gratificación al ser recordados por nuestras proezas culinarias. Yo necesito sentir apasionamiento por las cosas que emprendo y si no llego a percibirlo en cada una de mis células prefiero no hacerlo porque fingir me estresa. Es mucho más fácil simular un orgasmo en una mediocre noche de amor que el éxtasis al preparar un guiso con tomates y berenjenas silvestres. Cómo dice un amigo amante del picante ¿Qué pueden esperar de una persona a la que se le quema hasta el agua?

 

sopa-de-hielo-foto-charlesolsenSopa de hielo ©Charles Olsen

 

Seguro que se preguntarán ¿cómo hace para no pasar hambre? Es una proeza comer tres veces al día sin quedarse en blanco. El mayor reto, el almuerzo, ya que el desayuno y la cena son más sencillos de afrontar: tostadas, galletas de avena, café, te verde, frutas y sopas de cajita. Hay momentos en los que para mitigar el ansia como cubitos de hielo, otros en los que tengo dinero(cada vez menos) y voy directo al restaurante, y los de absoluta desesperación donde mi corazón se conecta con el estómago y busca desahogo en mi lista de contactos.

En este tipo de situaciones es una suerte contar con seres queridos que disfrutan de la cocina, yo les llamo ángeles-chef (mi esposo y mis amigos) porque en muchísimas ocasiones me salvan en la terrorífica hora de la comida. Son personas que hallan un misterioso goce al pelar verduras, remover la cuchara en el potaje, condimentar las carnes, probar nuevos sabores, intercambiar recetas, inventarse platos con nombres erótico- literarios y encima decorarlos con tanto arte, pero sobretodo, les produce una enorme satisfacción compartir la mesa y escuchar en boca de su invitada la palabra delicioso.

En el fondo me gustaría deleitarme cocinando, pero he de reconocer, posiblemente por la falta de entusiasmo, que una fuerza superior me impide estimular ese punto que después de saciado concluye con un apoteósico ¡ummm!

 

 

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