Nuestra frecuencia, nuestra vida (II)
Por Kuko Baez
Como continuación a la superficial introducción sobre la frecuencia que realicé en el artículo anterior, me gustaría desarrollar un poco más el tema, sobre todo en el aspecto de aplicación práctica de dicha información. Añadir también que esta información es una recopilación de lo que otros han descubierto y puesto en práctica, siendo yo un aprendiz más que desea recorrer el camino interno hacia sí mismo.
Haciendo un resumen:
Nuestro estado vibracional es el nivel energético al que vibramos, que se corresponde con la frecuencia en que estamos.
La realidad que experimentaremos será aquella que se corresponda con nuestra frecuencia.
Nuestras emociones son un radar de la frecuencia en que estamos.
Haciendo una escala básica, nuestro sistema emocional nos indica que:
-El miedo se corresponde con el nivel frecuencial más bajo.
-El amor es el nivel frecuencial más alto.
-Entre el amor y el miedo hay toda una escala de emociones por las que iremos escalando a medida que subamos nuestra frecuencia.
En nuestro inconsciente tenemos programas (creencias más emociones asociadas) que determinan nuestra frecuencia base.
Para subir nuestra frecuencia, es necesario liberarse de aquellos programas inconscientes que mantienen nuestra vibración baja, y que por lo tanto, nos hace proyectar experiencias que no nos gustan.
Ahora que tenemos claras algunas bases, es cuando surgen preguntas. Preguntas que abrirán totalmente nuestros conceptos mentales y nuestra forma de ver el mundo.
Ya nuestro mecanismo mental empieza a trabajar de forma distinta, pues sabes que la mejor manera de resolver una situación no es actuando fuera, sino limpiando los conflictos internos que permiten que tú experimentes eso.
Ahora sí tienes poder sobre tu mundo, pues la pantalla de tu vida no puede mostrarte algo que no tengas en tu interior, y en tu interior puedes elegir qué se queda y qué se va.
Ahora localizas los conflictos no como un conjunto de cosas externas contra las que hay que luchar, sino como la manera en que se ha ordenado tu mundo porque inconscientemente se lo has ordenado tú, así que pasas de tener que luchar contra el mundo a tener que reordenar el mundo, desde tu interior.
Volvamos al conflicto localizado. Ya puedes ver la experiencia conflictiva como una consecuencia de una creencia interna que tiene asociada una carga emocional. Es mucho más alentador trabajar con nuestra mente y nuestras emociones que luchar contra un supuesto mundo caótico y peligroso (¿o no?). No hay más peligro que aquel en que nos permitamos creer. Pues si todo lo aparentemente material no es más que un solo Campo de Información ordenado según nuestra mente le dice, el caos del mundo no es más que un reflejo, una ilusión proyectada por el caos mental en el que estamos.
Aquí entra al rescate nuestra mayor herramienta para, poco a poco, ir liberándonos de unas cadenas ilusorias en las que creemos ciegamente.
En nuestro interior hay un sistema de limpieza. Tenemos la capacidad de identificar todo lo falso que nos muestran nuestros sentidos y nuestras emociones, y renunciar a ese Estado Mental. Simplemente dejarlo ir. Podemos considerar este mecanismo como un antivirus a través del cual limpiar la locura en que estamos sumergidos.
Consideraremos falso y limpiaremos cualquier estado mental, creencia o emoción que no se corresponda con las características o propiedades del Campo Unificado de Información en el que vivimos y del que somos parte inseparable. Algunas de estas características son:
-Unidad (Amor): al ser un Campo Unificado, todo está unido y comunicado, a eso se le podría llamar amor, y aquí no cabe el ataque pues no tiene sentido que lo que es Uno se ataque sí mismo.
-Paz: al no ser posible el ataque, ya que todo es una Unidad, no tiene sentido el conflicto.
-Plenitud: no hay carencia de nada, no puede faltar nada pues todo está unido y comunicado, todo es parte de todo.
Para ir terminando, añadiré que nada de esto es útil si no se pone en práctica. Sólo la experiencia enseña algo realmente, y no hay otro camino que vivirlo para recordar nuestra verdadera naturaleza.
El reto está sobre la mesa.