Ciudad de Heridas, de Miguel Córdoba. Reseña.

Hay algunas razones de peso para leer y releer un libro (y puede que infinitas para no hacerlo): se me ocurre que entre las primeras están la forma, la belleza del lenguaje; la construcción de los diálogos y las descripciones; el desarrollo hábil y rico de la trama; la profundidad y la vida de los personajes, principales y secundarios. Muchas obras maestras de la literatura encajan en algunas de ellas. ¿Quién no reconocerá que es el caso de Moby Dick, Guerra y Paz, Cien Años de Soledad? Cuando se trata de una novela, de una primera novela, como es Ciudad de Heridas, del escritor afincado en Málaga, Miguel Córdoba, a quien tuve el placer de conocer en su presentación en Granada, hay que buscar las razones en otra parte. Porque, en mi opinión, también hay algunas razones para leer una primera novela, y acaso infinitas para no hacerlo. Y Ciudad de Heridas está en el primer caso: merece ser leída.

En algún artículo o en algún ensayo, Borges aludía a la vieja ambición de transgredir los límites del arte, del objeto en que se encarna el arte: en el caso de la literatura, la ambición de escribir un libro que no sea sólo un libro, que traspase los límites de la ficción y alcance lo que, ingenuamente, solemos considerar como nuestro sólido y firme mundo real. Esta es, creo, una de las ambiciones de Miguel Córdoba en Ciudad de Heridas. Es un leit motif que nos interpela, nos asalta en cada página: de ahí, en mi opinión, la frecuente alusión meta-literaria a otras formas de arte y de cultura; o incluso la referencia a cuestiones filosóficas y científicas, que desbordan, con mucho, lo que cabría esperar, no ya de una novela de Ciencia Ficción o anticipación, (y Ciudad de Heridas desborda con mucho estos márgenes), sino de una novela con pretensiones de no-género, de “Gran Literatura”.

 

images Borges

 

En otras artes, como la pintura (como el autor expuso muy bien en su presentación en Granada, a propósito del retrato de Jan Van Eyck, El Matrimonio Arnolfini), esta ambición es muy antigua: una pintura que salte de la ilusión bidimensional a nuestra, no menos ilusoria, realidad de cuatro dimensiones, recurriendo por ejemplo, al viejo truco de los espejos colocados tras los personajes, que multiplican el espacio del cuadro, sugieren su participación en el nuestro y viceversa; e insinúan la angustiosa posibilidad del infinito. Recuerdo que, después de la presentación, le mencioné a Miguel Córdoba el caso, aún más logrado y complejo en mi opinión, de Las Meninas, con el que Velázquez esperaba (y consiguió) llevar la representación pictórica al terreno del espíritu, transmutando el espacio en una corriente de realidad casi metafísica (no sólo con el espejo, sino con el lienzo y con la propia puerta que se abre al fondo, por donde entra o sale un personaje, que podría (¿debería?) ser perfectamente, cualquiera de nosotros.

 

Matrimonio Arnolfini detalle

 

En Ciudad de Heridas, esta ambición, me parece, vuelve secundario el motivo que, el lector podría tener también, para seguir leyendo, consistente en ver cómo acaba la trama, como si se tratara de una novela policíaca o de intriga convencional más. Hace que no lo sea. Por cierto, también hace de este libro una obra difícil (¿pero es que esto es necesario?) de encajar en un género. Lo vuelve, en el sentido más genuino, pura y simplemente Literatura. Miguel Córdoba no ha escrito, ciertamente, Moby Dick, ¿pero quién lo ha hecho, quién será capaz de remedarlo alguna vez? Y, con todo, Ciudad de Heridas es una novela que debe ser leída, con mucha atención, no sólo por lo que contiene sino por lo que, acaso, prefigura.

 

Ellis - Moby-Dick v2

 

Reconozco que desde hace tiempo, huyo de las novedades y de las promociones editoriales. No me gusta el mundillo literario. Este caso, sin embargo, reconozco que he dado con un contraejemplo a mis motivos y a todos mis recelos, además de por la propia novela, por la editorial que la ha publicado y por sus responsables: la recién fundada Ediciones El Transbordador (a partir de la librería, también radicada en Málaga, Hombrecillos Verdes), con quienes espero, como el perdido y salvado personaje de Casablanca, que este sea el principio de una larga y fecunda amistad.

 

Ciudad de Heridas de Miguel Córdoba

 

 

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