El centro del mundo, de José Luis Muñoz

CARLOS MANZANO

José Luis Muñoz es uno de los escritores más prolíficos del panorama nacional. Entregado a la literatura desde hace ya unos cuantos años (entre otras muchas cosas, es comisario del festival Black Mountain Bossòst, que ya lleva celebradas 4 ediciones), ha tocado prácticamente todos los géneros, aunque a menudo sea destacado como uno de los grandes nombres de la novela negra española. Ha recibido algunos de los más importantes reconocimientos literarios de nuestro país, como los premios Azorín, Tigre Juan, La sonrisa vertical, Café Gijón, y varios más.

Con su obra n.º 51, “El centro del mundo”, ha decidido acometer uno de sus proyectos más arduos y arriesgados, la construcción de una novela épica donde se narra la llegada de Hernán Cortés y sus huestes a tierras mexicanas y su conquista de Tenochtitlan. Y lo hace sin ocultar ni disolver ninguno de los aspectos más crueles y sanguinarios de aquel episodio y sin olvidar tampoco que eran otros tiempos y que, en consecuencia, los hombres tanto de uno como de otro lado respondían a otras mentalidades y practicaban otra clase de rituales: nada hay más erróneo que juzgar bajo una perspectiva contemporánea actitudes y valores propios de otras épocas.

“El centro del mundo” es, en efecto, una novela histórica, épica, grandiosa, una epopeya comparable, por ejemplo, a “El corazón de las tinieblas”, de Conrad, pero también una visita nada complaciente a las ciénagas más nauseabundas de lo humano: fanatismo, ambiciones desmedidas, poder, crueldad, sacrificios humanos… De todo ello se da cuenta en la novela de José Luis Muñoz, pero siempre sin abandonar esa exigencia formal que diferencia las obras verdaderamente literarias de los meros relatos sin trascendencia. Tanto los diálogos como el estilo narrativo, aunque no caigan en ningún momento en arcaísmos en desuso, sí recrean ciertas formas estilísticas propias de la literatura clásica y de la manera en que la gente de aquella época se explicaba el mundo: no hay en el libro, por tanto, ningún conato de falsificación ni de adecuación a la comodidad del lector perezoso ni en el fondo ni el la forma. Hay, en cambio, un enorme rigor histórico en lo que se cuenta, pero al mismo tiempo un profundo compromiso estético con la manera en que se cuenta.

“El centro del mundo” nos habla de un acontecimiento histórico que casi todos los lectores ya conocerán, y por tanto no es la sorpresa final ni las diferentes argucias argumentales lo que mantiene el interés, sino la manera en que nos es presentado un hecho que tuvo lugar en el pasado y sobre todo los actores —convenientemente trasmutados en personajes literarios, pues de literatura estamos hablando— que lo protagonizaron; es, en resumen, una novela de aventuras, una recreación histórica, una obra épica, pero también, y diría que ante todo, una profunda reflexión acerca de la condición humana y de las oscuras pulsiones que nos definen. José Luis Muñoz acomete con “El centro del mundo” uno de sus trabajos más intensos y apasionados, que según él mismo cuenta empezó a escribir hace ya varios años. En “El centro del mundo” la épica y la literatura van perfectamente entrelazadas hasta crear un sólido artefacto narrativo, por momentos sobrecogedor, que no dejará indiferente al lector.

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