La noche eterna, de Ragnar Jónasson

No soy estudioso del fenómeno de los best-seller, pero sí un entusiasta de Islandia, como paisaje primigenio, como forma de vida (pocos países pasan un sueldo a sus escritores para que escriban). Quizá haya sido esa la principal razón que me ha llevado a La noche eterna de Ragnar Jónasson, uno de los escritores más leídos de esa isla volcánica y fascinante y que publica con Seix Barral la serie Islandia Negra. Quizá debí leer la reseña de J. Ernesto Ayala Dip en El Diario Vasco: Agatha Christie cien por cien. No dejen de leerla, para no llevarme a engaño. O saber algo más de Ragnar Jónasson (Reykiavik, 1976), escritor y abogado que ha trabajado como periodista de informativos en la radio y la televisión pública, imparte cursos sobre derechos de autor en la Universidad de Reikiavik y es miembro de la Crime Writers Asociation del Reino Unido, además de cofundador del Festival Internacional de Novela Negra de Islandia, el Island Noir. Ragnar Jónasson a los diecisiete años se convirtió en el traductor al islandés de las novelas de Agatha Christie, y a mí la abuelita del crimen me divirtió en mi adolescencia, pero poco más.

Sitúa la acción el novelista en Kálfshamarsvíc, una pequeña lengua de tierra del norte de Islandia donde parece que el tiempo se haya detenido. Ásta, una joven que pasó parte de su infancia en este recóndito lugar, se reencuentra con la misma comunidad que vivía allí cuando se vio obligada a marcharse, y que ahora la acoge. Tres días antes de Navidad, su cuerpo aparece al pie de la acantilado, exactamente donde, veintiocho años atrás, tanto su madre como su hermana menor fallecieron en extrañas circunstancias. Empezaba a notar la falta de oxígeno. Supo que no duraría mucho, así que sencillamente decidió rendirse punto por qué complicarse aún más las cosas. Solo esperaba que hubiese algo mejor que aquello aguardándola al otro lado. El policía Ari Thór será el encargado de sacar a la luz los secretos que esconden los vecinos de la península de Skagi, una carrera contrarreloj para atrapar a un despiadado asesino antes de su próximo crimen.

El paisaje de Islandia es sencillamente fascinante, telúrico, un escenario natural perfecto para ubicar en él cualquier drama y resaltarlo por el entorno. Ragnar Jónasson no se sirve de él salvo en contadas excepciones: Había visto acantilados más altos, pero había algo aterrador en este precipicio, en el mero hecho de mirar hacia abajo y ver que destino esperaba a los que perdían pie: las afiladas aristas de las columnas basálticas, los grandes peñascos de la orilla y el mar oscuro, y los confines del mundo habitable barridos por los gélidos vientos del Ártico.

La noche eterna es una novela policial al uso, me atrevo a decir que sin demasiada sustancia, escasa acción y ritmo lánguido en la que los personajes no están debidamente desarrollados y la trama pierde fuelle. Sorprende, por esa razón, las numerosas reseñas positivas y laudatorias que tienen el autor y sus novelas.

Claustrofóbica y emocionante, consigue cortar el aliento (The Guardian). Ni es claustrofóbica ni emocionante. Lectura obligatoria (New York Post). Uno de los grandes de la novela negra nórdica, (Magazine de La Vanguardia). Me quedo con Henninng Mankell. Jónasson sabe cómo hacernos disfrutar de un asesinato sin resolver en uno de los territorios más despoblados de la Tierra. (Marina San Martín, ABC). Una fascinante vuelta de tuerca a la clásica investigación policial. (The Independent). No aporta nada al género. Un soplo de aire fresco al género de la novela negra nórdica. (Sunday Express). Jónasson alterna con maestría los diferentes puntos de vista de sus personajes hasta alcanzar un clímax fantástico. (Publisher Weekly). El problema es que no hay personajes. Jónasson sumerge al lector en un crimen cometido en una pequeña comunidad en la que todos son sospechosos. (Booklist).

Si cito todas esas referencias es porque sospecho que últimamente abunda mucho el crítico comprado, como el científico que pueda negar el cambio climático, que haylos. Con Ragnar Jónasson, y me temo que con otros escritores nórdicos, ocurre como con Joël Dicker, que todo se reduce a un sello comercial en donde se invierte mucho en publicidad. La literatura se ha convertido en una operación de mercadotecnia que obvia la calidad del producto. Lo más evidente que puedo decir de La noche eterna es que es sencillamente aburrida e insulsa, y eso no se lo puede permitir una novela policial, ni ninguna novela. Excepcionalmente hay que leer novelas que sabes que no te van a gustar precisamente para reafirmarte y opinar con conocimiento de causa.

 

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