«Los lobos del bosque de la eternidad», de Karl Ove Knausgard
MELI SUÁREZ PIDAL
Acabo de leer este libro de 940 páginas que me supieron a poco. De este autor leí casi todo lo publicado en español y, aunque me sigue gustando, hubo un momento en que pensé no volver a leer nada suyo. Sin embargo, leí la primera parte de su heptalogía, «La estrella de la mañana» y me gustó. Ahora esta segunda parte, mucho más.
Comienza en 1986. Hay una crisis gubernamental en Noruega y en Chernóbil ha explotado un reactor nuclear. Un joven noruego de veinte años (uno de los dos protagonistas principales), regresa del servicio militar y se encuentra con su madre y su hermano en su casa a las afueras de una importante ciudad del sur de Noruega. Una noche sueña con su padre muerto. Comienza así la primera parte, buscando «eso» que su padre le quiere decir.
La segunda parte de la novela se desarrolla en la Rusia de hoy. La otra protagonista principal, una bióloga, viaja con su hijo para celebrar el 80 cumpleaños de su padre. Si en «La estrella de la mañana» describía una inminente situación apocalíptica, en «Los lobos del bosque de la eternidad» amplía la investigación. Nadie está solo en este bosque. La vida de cada individuo se configura por su relación con los demás.
Es una novela de amor e ideas sobre la herencia genética y el parentesco, sobre hermanos y almas gemelas, sobre lo temporal, lo eterno y lo poco que nos puede cambiar la existencia. La muerte, la naturaleza y la familia, como en todos sus libros, tienen su lugar especial. Es un libro que me emocionó.