«Una quinta portuguesa», de Avelina Prat

JOSÉ LUIS MUÑOZ

La magia de las pequeñas historias bien contadas y con mucho cariño. La reivindicación del minimalismo y la huida del realismo para adentrarse en un argumento cortazariano. Avelina Prat (Valencia, 1972), tras su debut con Vasili.  consigue enganchar con esta película de cambio de identidades y personajes que buscan su lugar en el mundo y lo encuentran de forma inopinada.

Fernando (Manolo Soto) es profesor de geografía en un instituto. Un buen día su mujer serbia Milena (Blanca Kovacs) desaparece sin dejar rastro y él no opta por seguirla sino por hacer un viaje a Portugal. En el hotel en donde se aloja conoce a Manuel, un jardinero que va a trabajar en una quinta portuguesa. A partir de ese momento adopta su nombre y oficio y va a esa finca regentada por Amalia (María de Medeiros), una expatriada de Angola. Cuando quiere vender su piso de Madrid para ayudar a replantar los almendros de la finca, se entera de que una tal Milena (Branka Katíc) ocupa su antigua casa, pero no es su mujer sino una serbia llamada realmente Olga que ha procedido exactamente como él y se hace pasar por quien no es.

Una quinta portuguesa discurre con placidez, sin sobresaltos. Avelina Prat es una gran maestra en el arte de la elipse y la sutileza. En las veladas en la quinta portuguesa, Amalia le cuenta pinceladas de su vida en Angola a su jardinero impostado. Las historias orales también se repiten en esas partidas de cartas que tienen lugar en la finca portuguesa y a la que acuden amigos de la antigua colonia portuguesa. Amalia, que nació en África y allí perdió a sus padres, encuentra su lugar en el mundo en esa propiedad de su abuela, Y Fernando, que adopta el papel de Manuel, el jardinero con el que se cruzó casualmente en un hotel, asume que ese es su verdadero hogar tras comprobar que esa Milena que ocupa su piso en Madrid tiene una historia paralela a la suya.

No importa que la historia, que tiene mucho de cuento infantil, no sea creíble. Avelina Prat la hace entrañable, especialmente por el dibujo de esos personajes de tan buenos irreales y tan tranquilos como el tono sosegado del film. Quizá Avelina Prat tampoco sea ella sino Manuel de Oliveira o Miguel Gomes porque su quinta rezuma saudade.