Historias de pasión, locura y muerte : John Lennon y Yoko Ono

Por Juan Carlos Boveri

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Un tipo un tanto obeso sintió ganas de pasar a la historia. Era demasiado mediocre como para hacer algo que le diera éxito. Se le ocurrió una gran idea: matar a alguien famoso y quedar en el recuerdo como su asesino. En definitiva, eso mismo habían logrado Lee Oswald y John Booth. Claro, ni Oswald ni Booth querían hacerse famosos; por el contrario, hubieran preferido mantenerse anónimos.  Como el tipo no tenía un presidente a su alcance, eligió a un músico: John Lennon.

 

El tipo esperó a que John saliera del edificio Dakota, donde vivía. Fue temprano, por la mañana. Tuvo tiempo de hablar con el portero del edificio, con algunos fanáticos, y saludar a la niñera que sacó a pasear a Sean, el hijo de John y Yoko.

 

Por la tarde, cerca de las 17 horas, John y su mujer salieron y subieron a una limusina. Antes, el tipo se acercó, los saludó, vio cómo el coche se marchaba y volvió a esperar.

 

Un poco antes de las 23 horas, la limusina dejó a John y a su esposa frente al edificio Dakota. Ellos bajaron y el tipo los acompañó en el trayecto hasta el patio de entrada. Allí, disparó cinco balazos. Cuatro de ellos dieron en la espalda de John.

 

Mientras Lennon se moría, el tipo se quedó parado leyendo un libro y esperando a que llegara la policía. Se sentía bien por haber pasado a la historia. No le faltó razón. Su nombre figura en las enciclopedias. Si se lo piensa, al llamarlo «un tipo» se lo castiga duro; si se lo nombra, recibe el premio. Para el relato da lo mismo como se lo nombre, de todos modos, el personaje es Lennon, no él.

 

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El padre de John era un marino que abandonó a su mujer y su hijo. Un día volvió y encontró que su mujer estaba embarazada de otro. Hubo fuertes discusiones y John acabó en casa de una tía. No parece que sus padres se interesaran mucho por él. Con el tiempo, él se acostumbró a la idea y se dedicó a tocar la guitarra. De todas maneras, su madre lo visitaba continuamente y hasta le enseñó a tocar el banjo. A su padre lo vio otra vez después de veinte años.
A John le aconsejaban que trabajara en serio. Es decir, que consiguiera un trabajo en el puerto o en un negocio de venta de tornillos. Pero se mantuvo firme y se quedó con la música.
Con otros muchachos, un poco menores a él, formó una banda, The Quarrymen. Después, cambiaron el nombrfe por The Beatles haciendo un juego de palabras con «beetles» (escarabajos) para asemejarse a The Cricquet (Los Grillos), el grupo del norteamericano Buddy Holly, al que imitaban.
En el conjunto estaban Stuart Sutcliffe y Peter Best, mediocre como baterista pero atractivo para las chicas. Stuart era más pintor que músico y consiguió vender un par de cuadros. Pero le fue mal. Los Beatles fueron a trabajar en unos tugurios alemanes y, a la salida de uno, recibieron una paliza. A Stuart le patearon la cabeza. Tiempo más tarde, murió de un coágulo cerebral.
A Peter Best se lo sacaron de encima al grabar el que sería su primer disco de éxito «Love me do». George Martin era el productor y dijo que el baterista no servía. Puso a Ringo Starr. Lennon estaba de acuerdo en todo lo que le pudiera dar fama y dinero. Con Paul Mc Cartney habían formado una buena sociedad. Componían canciones y se llevaban muy bien. Sus gustos eran parecidos: drogas, alcohol y orgías.
Consiguieron un representante, Brian Epstein, que no sabía nada de grupos musicales pero que le dio estilo al grupo. Brian tenía dinero, contactos y capacidad. Los hizo vestir trajes, usar corbatas y flequillo. Les dio el estilo visual y les enseñó a hablar en público: breve y con gracia. Brian era homosexual y estaba enamorado de Lennon. John lo aceptaba porque sabía que Brian era un buen negocio pero lo despreciaba todas las veces que podía. Siempre que hablaba de él lo llamaba «ese  judío puto».

 

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Los Beatles se convirtieron en el grupo musical más famoso del mundo. Los cuatro, John, Paul, George y Ringo, tenían tanta fama y dinero como nunca pudieron imaginar. No es fácil tener poco más de veinte años y pasar de tener dos libras en el bolsillo a una cuenta bancaria de millones.
John siguió siendo lo que siempre había sido: egocéntrico, soberbio, golpeador de mujeres. También, mantuvo sus gustos: alcohol y drogas, pero de mejor calidad.

 

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En 1962, John se había casado con Cynthia Powell, su amiga y novia desde la escuela, cuando ella quedó embarazada.  Brian Epstein le prohíbe a Cynthia que diga ser la esposa de Lennon. Las chicas fanáticas pueden sentirse desanimadas. Cynthia hace caso y se queda en las sombras. El día del parto, Lennon no está ahí y conoce a su hijo Julian tres días después.
Con Cyntihia siempre fueron muy amigos y eran casi inseparables. Pero eso era antes de que John se convirtiera en un hombre muy famoso y adinerado.
En 1966, Los Beatles van detrás de un gurú para que les enseñe a vivir.  Viajan a Gales. En la estación, John se olvida de Cynthia. Como ella no puede decir que es la mujer de Lennon, la custodia de Los Beatles no la deja pasar. Así que se queda en el andén.
Es el comienzo de la separación. Lennon tiene otros planes y en ellos no está incluida Cynthia. Él la engaña con otras mujeres y tiene una amante. Ella se cansa y se acuesta con un fulano. El fulano recibe dinero de John para que declare en contra de Cynthia en el juicio de divorcio. Lo que quiere es no darle el dinero que le corresponde y quitarle la custodia del hijo. Pero lo piensa. ¿Qué va a hacer con Julian? Se lo deja a la madre y le da cien mil libras y un dinero mensual. No es mucho considerando que su fortuna ya entonces supera los cincuenta millones de libras.
La experiencia con el gurú, viaje a la India incluido, resulta un fiasco porque el gurú no es tan sabio como buen comerciante y mentiroso. Pero regresan a Inglaterra cambiados. Tienen barbas, pelo muy largo, usan otra ropa. Sobre todo, ha pasado algo muy grave para ellos: ha muerto Brian Esptein por una sobredosis de drogas y alcohol; a lo mejor, se suicidó o, simplemente, estalló. Brian era el que manejaba al grupo y sabía cómo mantenerlos unidos. En los negocios lo suplanta Paul y los problemas se agravarán. Sin embargo, han hecho algo que los manda por encima de todos. Han editado un nuevo disco: «La banda del sargento Pepper».

 

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Con el disco cambian la historia de la música popular. Ya nada es igual. Nuevos sonidos invaden los oídos. El disco ejerce tanta influencia que cambian los gustos musicales, la estética en el vestir, la forma de hacer publicidad, la gama de colores en los afiches. El disco es el himno de los años sesenta y Los Beatles dejan de ser un grupo que suena parecido a muchos otros y se convierten en los líderes absolutos de la música. Nadie los discute. Todos los músicos del mundo coinciden en que ellos son los mejores. Lennon dice que son más famosos que Jesucristo.

 

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Lennon está en la cima de una montaña muy alta. Desde ahí, puede hacer lo que quiere y patear a quien se le dé la gana.
Claro, tiene algunos problemas. Muchas veces siente miedo, padece de angustia y se deprime con frecuencia aunque siempre aparece en público con su habitual aire seguro y superior y sus frases ingeniosas.
Ha adoptado una nueva droga que agrega a la heroína, el LSD, y una nueva relación que inicia en 1966, cuando todavía está con Cynthia. Una nueva relación que comienza un día que va a una galería de arte. En ese lugar está la única persona en el mundo que no lo reconoce al verlo: Yoko Ono.

 

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Yoko es una aristócrata japonesa. Su padre es muy rico y poderoso, un miembro de la familia Yasuda y un banquero influyente en todo el mundo. De esta manera, Yoko, mantenida por el dinero familiar, tiene tiempo para justificar su vida con el arte. Forma parte del grupo Fluxus, creado por George Maciunas. El objetivo del grupo es entretenerse creando temas triviales de pintura, literatura o música, sin saber nada de técnica ni tener talento.

Ella ha hecho alguna exposición en Nueva York, en donde se fue a vivir en los comienzos de los años cincuenta, y tiene incidencia sobre otros artistas plásticos y músicos impulsándolos con el dinero de su padre.
Yoko también se dedica a enamorarse. Se casa dos veces y se divorcia otras tantas. Así que llega a John con una buena experiencia.
Cuando John y Yoko se conocen en la galería, ella realiza una exposición. Consiste en que cada visitante clave un clavo sobre una madera.
Al empezar el noviazgo, la relación resulta extraña para todos. Aseguran que Yoko es fea y que él puede conseguir mujeres más bellas. También la culpan de la discordia que hay entre los integrantes de los Beatles.
Los que dicen que ella es la culpable de la disolución del grupo pasan por alto algunas cosas: la muerte de Epstein, que es el verdadero líder del grupo; como el productor George Martin lo es en el aspecto musical diciendo qué y cómo se debe tocar, y que sin su manejo de la consola de sonidos «La banda del sargento Pepper» hubiera sido imposible; la creación del sello discográfico Apple que produce tensiones comerciales entre John y Paul ya que ambos quieren más dinero que el otro; la envidia por los créditos porque todo el tiempo Lennon quiere ser el principal protagonista. Él afirma que es el dueño del grupo, que él lo empezó y lo termina cuando quiere.
La idea de culpar a Yoko no es mala. Una japonesa fea y mala, que no es como las chicas inglesas, rubias y buenas, destroza al conjunto musical más famoso del mundo.
Yoko es culpable de todo. Ella tiene dominado a Lennon y él hace lo que ella quiere. Con este argumento, John vendría a ser un muchacho bastante tonto al que las mujeres tratan como a un monigote. Si él siempre ha sido un maltratador y un machista, no importa. Si consume LSD y heroína hasta ver en multicolor las cuerdas de la guitarra, no importa. Yoko es fea y japonesa y quiere el dinero de John. Una chica inglesa se casaría con él por amor. Una japonesa, nunca. No importa que el padre de la chica japonesa tenga diez veces más dinero y poder que Lennon. Lo que importa es que no es inglesa, tenga otro color de piel y no encaje en los moldes de belleza europeos.
La cuestión es que, entre los efectos del LSD, la persecución de la policía británica por darle dinero al ejército irlandés que lucha por la liberación de Irlanda de los ingleses; las peleas por el dinero y por figurar, John rompe con todos y los Beatles se acaban en 1970. Un año antes, John y Yoko se han casado.

 

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A partir de la disolución del conjunto, cada uno de los Beatles hace su propia vida y carrera.
John decide ir a Estados Unidos pero tiene problemas. No lo dejan quedarse por drogadicto y por sus problemas con  la justicia inglesa. Pero Yoko tiene buenas relaciones. O, mejor dicho, su padre. Él es muy influyente y hay negocios muy importantes entre Estados Unidos y Japón. A Nixon le importan más los negocios que echar a Lennon, así que se desentiende del asunto y Lennon se queda.
Yoko le lleva siete años y sabe cómo calmarle las ansiedades, las angustias y las depresiones. Le hace masajes especiales, practica con él técnicas de relajación y lo lleva a terapia psicológica. Así, John puede serenarse, consumir menos droga y hasta deja de golpear mujeres. Él mismo asegura que Yoko es la única mujer a la que nunca maltrató.

 

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John y Yoko pasan todo el tiempo publicitando lo que hacen. Fotografían y filman cada hora de sus vidas, aunque estén en el baño. Consideran que son dos personajes históricos y quieren dejar un documento a la historia. En toda manifestación por la paz, contra la guerra de Vietnam, ahí están. Esto no es bien visto por el FBI ni por la CIA. En definitiva, Lennon es un inglés y no tiene por qué criticar a Estados Unidos, el país que lo recibe. A Lennon no le importa nada. Es Lennon. Aunque sus discos no estén en los primeros lugares de las ventas. El que será un himno años después, «Imagine»,  apenas se ha colocado quinto en las ventas. Lo que es mucho para otro pero poco para el dueño del mundo. Y lo que es peor: «Yesterday», compuesto por Mc Cartney se va convirtiendo en el tema más grabado del mundo y a Paul le va bastante bien solo. Hasta George tiene un buen éxito con «My sweet lord».

Las cosas no están saliendo como tienen que ser para John y Yoko. El matrimonio parece ir al desastre. Pero Yoko tiene ideas originales. Si ha sido capaz de dar un concierto sin música; de crear canciones que escucha ella sola porque están, nada más, dentro de su cabeza; de escribir un libro, «Pomelo», al que algunos consideran genial y que, de haberlo escrito cualquier otro, se lo consideraría una tremenda idiotez; ¿por qué no se le va a ocurrir algo distinto para salvar el matrimonio?
Decidida a sacar a John de la depresión, le pide a su secretaria, May Pang, que se acueste con su marido. No solo que haga el amor con él sino que se lo lleve a vivir a otra parte. Claro que a May le parece raro pero Yoko le explica que es lo mejor para John. Ella se ha dado cuenta de que May le gusta y es la mejor forma de levantarle el ánimo.
De modo que John y May se marchan para vivir juntos durante poco más de año y medio. John se siente muy bien. Sale todas las noches, se droga, se emborracha con sus amigos y le da algunas palizas a May, que las soporta porque no cualquier chica se acuesta con un Beatle.
De pronto, todo vuelve a estar mal para John. Otra vez se deprime y quiere volver con Yoko. La llama llorando todos los días. Ella se limita a responderle: «Todavía no estás listo para volver».
Lennon le ruega durante  más de un año. Al fin, Yoko se lo permite. Han estado tres años separados y pueden continuar con el matrimonio  lleno de fotos y películas para la posteridad.
Como músico, John no hace nada durante cinco años. Un poco por miedo a que el FBI o la CIA le hagan algo y, por el otro, porque no quiere seguir fracasando con la baja venta de sus discos. Tiene la excusa del nacimiento de Sean, el hijo que tuvo con Yoko. Sean le viene perfecto para esconder su fracaso y su temor detrás de la imagen de un padre que lo deja todo por cuidar al niño.

 

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Es difícil entender a alguien como Yoko. Pero es que ella no es una mujer común ni su marido es un hombre como la mayoría. Ellos viven en un mundo propio, el mundo de John y Yoko. Son lo máximo y actúan de acuerdo a lo que se espera de ellos.

Yoko siempre lucha por los derechos de las mujeres, de las minorías y por la paz. Seguramente, no se pondrá a limpiar la casa con la aspiradora pero sabe muy bien cómo se debe tratar a un marido, especialmente si el marido es uno de los hombres más famosos, talentosos y ricos del mundo.
John vuelve a trabajar en 1980 pero no tiene la repercusión mundial que creían. Algo ha pasado en los últimos años. Como muchos otros, Los Beatles comienzan a ser olvidados. Las nuevas generaciones no saben quiénes son. Diez años borran la memoria de muchos. Le vaya bien o mal, John siempre tiene a Yoko a su lado. O atrás. Cuando camina por la calle, siempre va él adelante. Ella lo sigue como una sombra o como si él fuera su sombra. Sin embargo, esto es  algo propio de John. Con Cynthia era igual. Es como si necesitara tener una mujer todo el tiempo a su lado, como un chico al que la madre lleva a la plaza. Yoko hace muy bien el papel de mamá.

 

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El tipo medio gordo le pega cuatro balazos y erra uno. Lennon se muere ese ocho de diciembre de 1980, a los cuarenta años. Yoko está de rodillas, abrazándolo. El tipo medio gordo lee un libro. A lo mejor, de verdad es un loco. A lo mejor, se trata de otro idiota, como Oswald, usado para tapar un asesinato ideado por la CIA o el FBI.
Son especulaciones. Lo cierto es que John Lennon muere asesinado. A partir de su muerte, sus discos se reeditan. «Imagine» se convierte en un himno que la mayor parte de la gente piensa que John ha compuesto poco antes de morir. La fama vuelve pero ya no como la «beatlemanía» de los sesenta. Es una fama más sólida, más duradera, más cercana al mito. La muerte de Lennon ha sido un gran golpe publicitario que aprovechan muy bien las compañías de discos y los otros beatles.
Yoko queda dueña de más de trescientos millones de dólares y el cobro permanente de los derechos de autor que defiende mejor que el propio Lennon.

 

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John Lennon y Yoko Ono fueron protagonistas de una parte de la historia del siglo veinte. Juntos, vivieron diversiones y agonías. Tal vez, ella se sintiera un poco madre y él se comportara como un hijo. Tal vez, no. Tal vez, se quisieron mucho o no se quisieron.  Pero su historia como pareja llenó parte de un tiempo. Y eso es algo que nadie les puede quitar.

Yoko dijo que John había sido su marido, su amante, su amigo, su hijo, y el soldado que había luchado junto a ella. Muchos hombres querrían que su mujer hablase así de ellos. John lo consiguió.

 

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