El nombre de la rosa. Extractos del libro extremo

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Por Leo Castillo

 

“La inteligencia colinda con la perversidad”

(del prólogo por Pedro Gómez Valderrama a El nombre de la rosa[i])

 

 

Algo perverso entraña la intención de este libro excesivo, pretendiendo llevarnos más allá de nuestros límites (finis Africae), o bien conducirnos al huevo primigenio de la lujuria del conocimiento: ambos propósitos caen en el ámbito, si no de la insensatez, entonces en el del sacrilegio. Quizá no sea fortuito que la herejía constituya uno de los ingredientes capitales de la narración. Más allá de los límites de nuestra resistencia, no siendo dispensado de abuso en, por ejemplo, la descripción del Laberinto (la intrincada biblioteca de la abadía medieval en que se suceden, en apenas siete días, los hechos historiados en primera persona por el novicio Adso en 523 duras páginas.) Umberto Eco no es, desde el punto de vista estrictamente literario, apenas sino un escritor menor, y demanda nuestra condescendencia estoica seguirlo a veces a punto de derrengarnos hasta la memorable escena en que el ciego (muy probable alusión a Borges) de nombre Jorge, como un eficaz maestro de ajedrez cerca en la sombría biblioteca al novicio y a su maestro, el inquisidor-detective Guillermo de Baskerville (recuérdese al famoso sabueso de sir Arthur Conan Doyle), logrando evitar que el libro secreto cayera en manos profanas y el conocimiento recoleto se propalara entre infieles inexorablemente. No me inhibiré de transcribirla aquí:

“Estaba del otro lado de la mesa y Guillermo, que no llegaba a tocarlo, hizo un movimiento brusco para sortear el obstáculo. Pero su sayo se enganchó en el taburete, haciéndolo caer, y Jorge no pudo por menos de advertir el alboroto. El viejo volvió a reír, esta vez con más fuerza, y con sorprendente rapidez extendió la mano derecha, y guiándose por el calor localizó a tientas la llama y, sin temer el dolor, le puso la mano encima, y la llama se apagó. La habitación quedó sumida en las tinieblas y oímos por última vez la carcajada de Jorge, que gritaba: “Encontradme ahora, ¡ahora soy yo el que ve mejor!” Después calló y ya no pudimos oírlo, pues se movía con aquellos pasos silenciosos que daban siempre un carácter sorpresivo a sus apariciones. Sólo cada tanto, en diferentes sitios de la sala, oíamos el ruido de los folios desgarrados.”[ii]

Eco no debía, acaso no podía tan siquiera, reprimir la declaración de su formación erudita. De este modo, el libro abunda en citas latinas y en otros idiomas, por que mal podría una recensión que se permita recordar fragmentos, omitirlas del todo, obligándome a reproducir algunas que, a mi entender, no son el menor atractivo de la novela.

El Cuarto día- Tercia abunda especialmente en fárrago de pacatería ilustrada, en relleno patrístico, escolástico. Desde luego, uno quiere convenir en que es un novicio de una abadía católica medieval el que nos habla… Expresiones de una simplicidad ficticia o real, no por ello menos cargante, al punto que uno se revuelve con la justiciera vindicta horaciana de aliquando bonus dormitat Homerus, y desea rendirse, dormir, digo, con Eco, tirar el mamotreto: “¡Qué hermoso era el espectáculo de la naturaleza aún no tocada por el saber, a menudo perverso, del hombre!” Para el encomio del perro no se abstiene de apoyarse en su abominable vicio de reingerir su propia regurgitación: “Por naturaleza, tiene el hábito de utilizar dos veces la misma comida, después de haberla vomitado. Esta sobriedad es símbolo de perfección espiritual.”[iii] No insistiré en este desagradable punto.

Cervantes, citando a un latino, me parece, propone la especie de no haber libro malo si alguna bondad, sin su atribución estilística. El nombre de la rosa no es, con mucho, una mala novela, ateniéndonos a las maneras actuales de este género y aun a la de antiguos vestigios del mismo; bien que no es eminentemente literaria, en el gozoso sentido estético que he pretendido plantear (a El cantar de Mío Cid, El asno de oro y El Satiricón no los he encontrado menos prosaicos que a Eco en su obra. Me parece que Kafka tampoco es especialmente cultor de estilo en El proceso; tampoco lo es en El castillo, lo que, naturalmente, no lo rebaja literariamente a la altura del autor de que trato.)

Con la salvedad anterior dejo al lector con los fragmentos que he transcrito de mi cochambrosa edición adquirida por medios acaso poco solventes en el sentido moral, y en otro también.

 

De El nombre de la rosa

 

Pero videmus nunc per speculum et in aenigmate

no pudo contener un gesto de sorpresa, que borró toda huella del decoro que, según Aristóteles, conviene a la persona grave y magnánima

no todas las verdades son para todos los oídos

“Los monstruos existen porque forman parte del plan divino

el libro es una criatura frágil, se desgasta con el tiempo, teme a los roedores, resiste mal la intemperie y sufre cuando cae en manos inexpertas. Si a lo largo de los siglos cualquiera hubiese podido tocar libremente nuestros códices, la mayoría de éstos ya no existirían. Por tanto, el bibliotecario los defiende no sólo de los hombres sino también de la naturaleza, que es enemiga de la verdad

La biblioteca se defiende sola, insondable como la verdad que en ella habita, engañosa como la mentira que custodia. Laberinto espiritual, y también laberinto terrenal. Si lograseis entrar en ella, podríais no hallar la salida

pictura est laicorum literatura

Era como si su habla correspondiese a su cara, compuesta con fragmentos de caras ajenas

cuando entra en juego la posesión de los bienes terrenales es difícil que los hombres razonen con justicia

Pertenece a esa clase de hombres que son siempre los más arduos defensores de sus adversarios

que lo que el vulgo llama demonio es el propio Dios, porque el demonio es el saber y Dios es precisamente saber

Se reunían por la noche en un sótano, cogían un niño recién nacido y se lo arrojaban unos a otros hasta que moría, por los golpes… o por otras cosas Y el último que lo recibía vivo, para morir en sus manos, se convertía en el jefe de la secta… ¡Y desgarraban el cuerpo del niño, y lo mezclaban con harina para fabricar hostias blasfemas!

Después apagaban las velas y se arrojaban sobre ellas, aunque estuviesen ligados por vínculos de sangre… ¡Y si de aquél abrazo nacía un niño, volvía a empezar el rito infernal, todos alrededor de una tinaja llena de vino, que llamaban barrilete, embriagándose, y cortando en trozos al niño, y vertiendo su sangre en una copa, y arrojando al fuego a niños aún vivos, para mezclar luego las cenizas del niño con su sangre y bebérsela!

Cuando te torturan no dices sólo lo que quiere el inquisidor sino también lo que imaginas que puede producirle placer, porque se establece un vínculo (ése sí verdaderamente diabólico) entre tú y él

Sí, hay lujuria en el dolor, así como existe una lujuria de la adoración e, incluso, una lujuria de la humildad. Si los ángeles rebeldes necesitaron tan poco para transformar su ardor de adoración y humildad en ardor de soberbia y rebeldía, ¿qué habría que decir de un ser humano? Pues bien, ya lo sabes, eso fue lo que descubrí de pronto cuando era inquisidor. Y por eso renuncié a seguir siéndolo. Me faltó coraje para hurgar en las debilidades de los malvados, porque comprendí que son las mismas debilidades de los santos

Castiga tu inteligencia

A los que no puedes amar mejor sería que los temieras

Mors est quies viatoris finis est omnis laboris

Sólo los hombres pequeños parecen normales. Ubertino habría podido convertirse en uno de los herejes que contribuyó a llevar a la hoguera, o en un cardenal de la santa iglesia romana. Y estuvo muy cerca de ambas perversiones

un anciano ciego que espera al Anticristo

para que la luz pudiese penetrar lo más pura posible, no modulada por el arte humano, y desempeñara así su función específica, que era la de iluminar el trabajo de lectura y escritura

aquel Aristóteles que, sin duda, fue el más sabio de los hombres

Verba vana aut risui apta non loqui

Juan Crisóstomo ha dicho que Cristo nunca rió

Manduca, jam coctum est

Omnis mundi creatura, quasi liber et scriptura

Pero Jorge añadió que el segundo motivo para inquietarse era que el Estagirita se refería allí a la poesía, que es una disciplina sin importancia y que vive de figmenta

quería dejarse fascinar por las cosas que le gustaban y no por las que le aconsejaban otros

una penitencia de la imaginación

Si alguien desea conservar limpio un lugar, lo que hace en este país para evitar que lo meen, porque en esto los italianos son como los perros, es grabar con el buril a cierta altura una imagen de San Antonio, y eso bastará para alejar a los que quieran mear en dicho sitio

de día se cura el cuerpo con las hierbas buenas, y de noche se enferma la mente con las hierbas malas

tres dedos sostienen la pluma, pero el que trabaja es todo el cuerpo. Trabaja, es decir, sufre

Como dice Isidoro, son ficciones: ‘Fabulae poetae a fando nominaverum quia non sunt res factae sed tantum loquendo fictae’

 

Por eso la Regla dice: ‘Decimus humilitatis gradus est si non sit facilis ac prompus in risu, quia scriptum est: stultus in risu exaltat vocem suam’

lo acusaba de emitir pedos por la boca

¿Acaso no hay momentos ──preguntó Guillermo── en los que estaríais dispuesto a hacer incluso cosas reprobables para tener en vuestras manos un libro que buscáis desde hace años?

Una guerra santa sigue siendo una guerra

pensé que mi padre no debería haberme enviado a recorrer el mundo, pues era más complejo de lo que yo creía. Estaba aprendiendo demasiado

La biblioteca es un gran laberinto, signo del laberinto que es el mundo. Cuando entras en ella no sabes si saldrás. No es necesario violar las columnas de Hércules

La ciencia usada, no para iluminar, sino para ocultar. La santa defensa de la biblioteca está en manos de una mente perversa

durante siglos y siglos, hombres como éstos han asistido a la irrupción de los bárbaros, al saqueo de sus abadías, han visto precipitarse reinos en vórtices de fuego, y, sin embargo, han seguido ocupándose con amor de sus pergaminos y sus tintas, y han seguido leyendo en voz baja unas palabras transmitidas a través de los siglos, y que ellos transmitirán a los siglos venideros. Si habían seguido leyendo y copiando cuando se acercaba el milenio, ¿por qué dejarían de hacerlo ahora?

lo que para los legos es la tentación del adulterio, y para el clero secular la avidez de riquezas, es para los monjes la seducción del conocimiento

Para aquellos hombres consagrados a la escritura, la biblioteca era al mismo tiempo la Jerusalén celestial y un mundo subterráneo situado en la frontera de la tierra desconocida y el infierno. Estaban dominados por la biblioteca, por sus promesas y sus interdicciones. Vivían con ella, por ella y, quizá, también contra ella, esperando, pecaminosamente, poder arrancarle algún día todos sus secretos. ¿Por qué no iban a arriesgarse a morir para satisfacer alguna curiosidad de su mente, o matar para impedir que alguien se apoderase de cierto secreto celosamente custodiado?

la biblioteca está rodeada de un halo de silencio y oscuridad: es una reserva de saber, pero sólo puede preservar ese saber impidiendo que llegue a cualquiera, incluidos los propios monjes

bandas de vagabundos que luego, en los años que siguieron, vería pulular cada vez más por toda Europa: falsos monjes, charlatanes, tramposos, truhanes, perdularios y harapientos, leprosos y tullidos, caminantes, vagabundos, cantores ambulantes, clérigos, apátridas, estudiantes que iban de un sitio a otro, tahúres, malabaristas, mercenarios inválidos, judíos errantes, antiguos cautivos de los infieles que vagaban con la mente perturbada, locos, desterrados, malhechores con las orejas cortadas, sodomitas, y mezclados con ellos, artesanos ambulantes, tejedores, caldereros, silleros, afiladores, empajadores, albañiles, junto con pícaros de toda calaña, tahúres, bribones, pillos, granujas, bellacos, tunantes, faramulleros, saltimbanquis, trotamundos, buscones, y canónigos y curas simoníacos y prevaricadores, y gente que ya sólo vivía de la inocencia ajena, falsificadores de bulas y sellos papales, vendedores de indulgencias, falsos paralíticos que se echaban a la puerta de las iglesias, tránsfugas de los conventos, vendedores de reliquias, perdonadores, adivinos y quiromantes, nigromantes, curanderos, falsos mendicantes, y fornicadores de toda calaña, corruptores de monjas y muchachas por el engaño o la violencia, falsos hidrópicos, epilépticos fingidos, seudo hemorróidicos, simuladores de gota, falsos llagados, e incluso falsos dementes, melancólicos ficticios

después de la época a la que me estoy refiriendo, he visto y sigo viendo, a lo largo del Danubio, muchos de aquellos charlatanes, que, como los demonios, tienen sus propios nombres y sus propias subdivisiones: biantes, afratres, falsibordones, affarfantes, acapones, alacrimantes, asciones, acadentes, mutuatores, cagnabaldi, arrementes, admiracti, acconi, apezentes, affrianti, spectini, iucchi, falpatores, confitentes, compatrizantes

lo imaginaba como uno de aquellos mendigos inválidos de Turena que, según se cuenta, al aparecer el cadáver milagroso de San Martín, salieron huyendo por miedo a que el santo los curara, arrebatándoles así su fuente de ganancias, pero el santo, implacable, les concedió su gracia antes de que lograsen alejarse, devolviéndoles el uso de los miembros en castigo por el mal que habían hecho

Me respondió que, cuando los verdaderos enemigos son demasiado fuertes, hay que buscarse otros enemigos más débiles

los simples, Adso, no pueden escoger libremente su herejía: se aferran al que predica en su tierra, al que pasa por la Aldea o por la plaza

Las herejías son siempre expresión del hecho concreto de que existen excluidos. Si rascas un poco la superficie de la herejía, siempre aparecerá el leproso. Y lo único que se busca al luchar contra la herejía es asegurarse de que el leproso siga siendo tal

El gran Buenaventura decía que la tarea de los sabios es expresar con claridad conceptual la verdad implícita en los actos de los simples

Ese fue el problema que se planteó Bacon: ‘Quod enim laicali ruditate turgescit non habet effectum nisi fortuit’, decía. La experiencia de los simples se traduce en actos salvajes e incontrolables. ‘Sed opera sapientiae certa lege vallantur et in fine debitum efficaciter diriguntur

me señaló el busto elegante de la Virgen, que mantenía erguido y firme un corpiño ajustado en el centro por unos cordoncillos con los que jugueteaban las manitas del Niño Jesús──. ¿Ves? Pulchra enim sunt ubera que paululum supereminent et tument modice, nec fluitantia licenter, sed leniter restricta, repressa sed non depressa

Nada hay en el mundo, ni hombre ni diablo ni cosa alguna, que sea para mí tan sospechosa como el amor, pues éste penetra en el alma más que cualquier otra cosa. Nada hay que ocupe y ate más el corazón que el amor. Por eso, cuando no dispone de armas para gobernarse, el alma se hunde, por el amor, en la más honda de las ruinas

y así recorrieron toda la ciudad, deteniéndose en cada esquina para lacerar las carnes de los reos con tenazas candentes. Primero quemaron a Margherita, ante la visita de Dulcino, a quien no se le movió un músculo de la cara, como tampoco había emitido lamento alguno cuando las tenazas se hincaron en su carne. Después el carro siguió su marcha, mientras los verdugos metían sus instrumentos en unos recipientes donde ardía abundante fuego. Otras torturas padeció Dulcino, pero siguió Mudo, salvo cuando le cortaron la nariz, porque entonces encogió levemente los hombros, y cuando le arrancaron el miembro viril, pues en ese momento lanzó un largo suspiro, como un quejido resignado. Sus últimas palabras sonaron a impenitencia, y avisó que al tercer día resucitaría. Después lo quemaron y sus cenizas se esparcieron al viento

cuando un fraile practica la pobreza, se convierte en un mal ejemplo para el pueblo, que acaba por rechazar a los frailes que no la practican

Questi vostri paperi v’hanno ben conci’

espontáneamente brotaron de mis labios unas palabras sobre el rapto extático que había leído en los libros de Santa Hildegarda: ‘La llama consiste en una claridad esplendente, un vigor ingénito y un ardor ígneo, más (sic) la claridad esplendente la tiene para relucir, y el ardor ígneo para quemar’

A cada momento temía encontrarme con un nuevo espejo, porque es talla magia de los espejos que no dejan de inquietarte aunque sepas que se trata de espejos

‘ De te fabula narratur’, dije para mí, y me pregunté si aquellas páginas no contendrían ya la historia de los instantes que me esperaban en el futuro

Pero me he comprometido a contar, sobre aquellos hechos remotos, toda la verdad, y la verdad es indivisible, resplandece con su propia luz, y no admite particiones dictadas por nuestros intereses y por nuestra vergüenza

‘¡Hijos, nada puede el hombre cuando llega el loco amor!’

Causam languoris video nec caveo’

Y al llegar a este punto, uno asiste estupefacto a su propio desfallecimiento

Omne animal triste post coitum

En tu descargo obra la circunstancia de que te has visto en una de aquellas situaciones en las que hasta un padre del desierto se habría condenado. Y sobre la mujer como fuente de tentación ya han hablado bastante las escrituras. De la mujer dice el Eclesiástico que su conversación es como fuego ardiente, y los Proverbios dicen que se apodera de la preciosa alma del hombre, y que ha arruinado a los más fuertes. Y también dice el Eclesiástico: Hallé que es la mujer más amarga que la muerte y lazo para el corazón, y sus manos, ataduras. Y otros han dicho que es vehículo del demonio. Aclarado esto, querido Adso, no logro convencerme de que Dios haya querido introducir en la creación un ser tan inmundo sin dotarlo al mismo tiempo de alguna virtud (…) En efecto, ha creado al hombre en este mundo vil, y con barro, mientras que a la mujer la creado en un segundo momento, en el paraíso, y con la noble materia humana

Y estoy de acuerdo contigo en que el pecado de sodomía es mucho peor que otras formas de lujuria

y mis ojos (los del alma, pero casi debería también decir los carnales) no podían dejar de ver la imagen de la muchacha, bella y terrible como un ejército dispuesto para el combate

para que mi memoria marchita y fatigada pueda liberarse de unas visiones que la han hostigado durante toda la vida. Por tanto, debo decirlo todo, con decencia pero sin vergüenza. Y debo decir, ahora, y con letras bien claras lo que entonces pensé y casi intenté ocultar ante mí mismo

amor facit quod ipse res quae amantur, amanti aliquo modo uniantur et amor est magis cognitivus quam cognitio

Dionisio en los Nombres Divinos, donde incluso de Dios se dice que tiene celos propter multum amorem quem habet ad existentiam

Y los rebaños estaban vigilados por perros, cuyo nombre, canes, deriva de canor, por el ladrido animal. Animal que se destaca de los otros por su perfección, y cuya singular agudeza le permite reconocer al amo, y puede adiestrarse para cazar fieras en los bosques, para proteger el rebaño de los lobos, y además protege la casa y los hijos de su amo, llegando a veces a morir por defenderlos. El rey Garamante, apresado por sus adversarios, fue devuelto a su patria por una jauría de doscientos perros, que se abrieron camino a través de las filas enemigas. Al morir su amo, el perro de Jasón, Licio, ya no quiso comer, y murió de inanición; el del rey Lisímaco se arrojó a la hoguera de su amo para morir con él

a menudo los libros hablan de libros, o sea que es casi como si hablasen entre sí. A la luz de esa reflexión, la biblioteca me pareció aun más inquietante. Así que era el ámbito de un largo y secular murmullo, de un diálogo imperceptible entre pergaminos, una cosa viva un receptáculo de poderes que una mente humana era incapaz de dominar, un tesoro de secretos emanados de innumerables mentes, que habían sobrevivido a la muerte de quienes los habían producido, o de quienes los habían ido transmitiendo

Había un fraile que hasta entonces había permanecido en silencio, ocupado con gran devoción en tragar los exquisitos platos que el Abad había mandado traer

la enfermedad del amor

Ibn Hazm define el amor como una enfermedad rebelde, que sólo con el amor se cura, una enfermedad de la que el paciente no quiere curar, de la que el enfermo no desea recuperarse

Avicena, quien define el amor como un pensamiento fijo de carácter melancólico, que nace del hábito de pensar una y otra vez en las facciones, los gestos o las costumbres de una persona del sexo opuesto (…) no empieza siendo una enfermedad, pero se vuelve enfermedad cuando, al no ser satisfecho, se convierte en un pensamiento obsesivo (…) que provoca un movimiento incesante de los párpados, y la aceleración del pulso (…) Para descubrir de quién estaba enamorado alguien, Avicena recomendaba un método infalible, que ya Galileo había propuesto: coger la muñeca del enfermo e ir pronunciando nombres de personas del otro sexo, hasta descubrir con qué nombre se le acelera el pulso (…) Avicena (…) consideraba el caso de los amantes separados por alguna barrera infranqueable, y decía que los baños calientes constituían una cura radical (…) según Avicena, hay otras maneras de curar este mal: por ejemplo, recurrir a la ayuda de mujeres viejas y experimentadas para que pasen todo el tiempo denigrando a la mujer amada; al parecer, para esta faena las viejas son más eficaces que los hombres (…) ¿podía un hombre conocer a las mujeres tan bien como las conocía una vieja cotilla? (…) Arnaldo de Villanova (…) atribuía el mal de amor a una abundancia de humores y de pneuma, o sea al exceso de humedad y calor en el organismo humano

un gato espantoso, como un perro grande con ojos enormes ardientes, una lengua sanguinolenta que le llegaba hasta el ombligo, la cola corta y erecta, de modo que hacia donde quiera que se volviese, el animal mostraba su infame trasero, fétido a más no poder, como corresponde a ese ano que los devotos de Satanás, y en no último lugar los caballeros templarios, siempre suelen besar en el transcurso de sus reuniones (…) ¿Y acaso no aman al gato los cátaros, cuyo nombre según Alain de Lille, deriva precisamente de catus, porque besan el trasero de dicho animal al que consideran la encarnación de Lucifer? (…) ¿Y no dice Alberto Magno que los gatos son demonios en potencia? ¿Y no cuenta mi colega Jacques Fournier que en el lecho de muerte del inquisidor Godofredo de Carcassone aparecieron dos gatos negros que no eran sino dos demonios que deseaban hacer befa de aquellos despojos?

La belleza del cuerpo sólo existe en la piel. Si los hombres viesen lo que hay debajo de la piel, como sucede en el caso del lince de Beocia, se estremecerían de horror al contemplar a la mujer. Toda esa gracia consiste en mucosidades y en sangre, en humores y en bilis. Si piensas en lo que se esconde en la nariz, en la garganta y en el vientre, sólo encontrarás suciedad. Y si te repugna tocar el moco o el estiércol con la punta del dedo, ¿cómo podrías querer estrechar entre tus brazos el saco que contiene todo ese excremento?

Quiero echar mano a un libro y a un hombre

es víctima de una gran lujuria, que no es la de Berengario ni la del cillerero, sino la de muchos estudiosos, la lujuria del saber. Del saber por sí mismo (…) Onán, que derramaba su semen en la tierra, es lujuria estéril

sílaba obstinada

Y otras cosas que no eran reliquias pero que también eran testimonio de prodigios y de seres prodigiosos de tierras lejanas, y que habían llegado a la abadía traídas por monjes que habían viajado hasta los más remotos lugares del mundo: un basilisco y una hidra embalsamados, un cuerno de unicornio, un huevo que un eremita había encontrado dentro de otro huevo, un trozo del maná con el que se alimentaron los hebreos en el desierto, un diente de ballena, una nuez de coco, el húmero de una bestia antediluviana, el colmillo de marfil de un elefante, la costilla de un delfín. Y además otras reliquias que no reconocí, quizá no tan preciosas como sus relicarios. Algunas de ellas (a juzgar por las cajas en que estaban depositadas, hechas de plata, ya ennegrecida) antiquísimas: una serie infinita de fragmentos de huesos, de tela, de madera, de metal y de vidrio. Y frascos con polvos oscuros, uno de los cuales según supe, contenía los restos quemados de la ciudad de Sodoma, y otro cal de las murallas de Jericó

santa envidia

Y me mostraba, que Dios me perdone, su vulva, y entré en ella y era una caverna bellísima que parecía el valle encantado de la edad de oro, regado por aguas abundantes, y lleno de frutos de árboles en los que crecían pasteles de queso

Ut cachinnis dissolvantur, torqueatur rictibus!

ahora me daba cuenta de que también podemos soñar con libros, y, por tanto, también podemos soñar con sueños

──¿Qué había en el sueño que tanto os interesa? ¡Carecía de sentido, como todos los sueños!

──Tenía un sentido distinto, como todos los sueños, y visiones. Hay que leerlo alegórica o anagónicamente…

──¿Como las escrituras?

──Un sueño es una escritura, y hay muchas escrituras que sólo son sueños

¿Has tenido ese libro en tus manos, lo has tocado, lo has leído? Entonces, ¿por qué no has muerto?

Nunca comprendió exactamente cuáles eran los tesoros, y los fines, de la biblioteca

Atribuye la creación del mundo a la risa divina

──Mis manos ya son capaces de ver mejor que tus ojos

en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto

──Licurgo hizo erigir una estatua a la risa

El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda. El diablo es sombrío porque sabe adónde va (…) Este os anunciaba la verdad y os decía que la verdad sabe a muerte

de toto corpore fecerat linguam

he perdido la reliquia del santo en la letrina

Este libro habría justificado la idea de que la lengua de los simples es portadora de algún saber

por causa de un exceso de virtud prevalecen las fuerzas del infierno

El Anticristo puede nacer de la misma piedad, del excesivo amor por Dios o por la verdad, así como el hereje nace del santo y el endemoniado del vidente. Huye, Adso, de los profetas y de los que están dispuestos a morir por la verdad, porque suelen provocar también la muerte de muchos otros, a menudo antes que la propia y a veces en lugar de la propia

Quizá la tarea del que ama a los hombres consista en lograr que éstos se rían de la verdad, lograr que la verdad ría

──¿Pero cómo puede existir un ser necesario totalmente penetrado de posibilidad? ¿Qué diferencia hay entonces entre Dios y el caos primigenio? Afirmar la absoluta omnipotencia de Dios, y su absoluta disponibilidad respecto de sus propias opciones, ¿no equivale a demostrar que Dios no existe?

──Non in commotine, non in commotione Dominus

a veces me parece que surcan el Danubio barcas cargadas de locos que se dirigen hacia un lugar sombrío

Gott ist ein lautes Nichts, ihn rührt kein Nun nocht Hier

estaré en el fundamento simple, en el desierto silencioso donde nunca ha existido la diversidad, en la intimidad donde nadie se encuentra en su propio sitio. Caeré en la divinidad silenciosa y deshabitada donde no hay obra ni imagen

stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemos.”

 

 

 


[i] Eco, Umberto: El nombre de la rosa; traducción a cargo de Ricardo Pochtar; edición no abreviada de Editorial Lumen para Círculo de Lectores; Bogotá, 1988

[ii] Ib., pág. 494

[iii] Ib., pág. 288

 

 

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