Viña Bosconia Gran Reserva 1991

Por Joan Gómez Pallarès
De vinis

Quizás sea Viña Bosconia el vino más borgoñón de López de Heredia. Nace de un viñedo, Finca El Bosque, que fue escogido por el bisabuelo de las actuales propietarias para hacer su Rioja Cepa Borgoña. Las cepas que alberga El Bosque (tempranillo, garnacho, mazuelo y graciano) no tienen nada que ver con las del Cepa Borgoña, pero dan otra impronta, muy riojana esta vez, al vino: su ensamblaje procede de lo plantado en el viñedo. Confieso mi debilidad por los Bosconia: proclaman su origen y su filiación con suma discreción (en este 91, entre tempranillo y garnacho suman el 95% del vino; el resto, mazuelo y graciano) y son vinos de una fina consistencia, delicados y precisos, serios y con un punto de frescor importante. Protegidas las cepas por la Sierra Cantabria, a 410 m de altitud y al amparo del Ebro, la suave ladera de cascajo, arcilla y caliza, está orientada al sur. La humedad del río, la protección de la sierra, el suelo bien drenado y las horas de sol conceden su impronta al vino. 20 años son una buena medida para tomarle el pulso a un Viña Bosconia. 1991 es considerada por la bodega como una muy buena añada y esta botella, que fue servido sobre los 15ºC con 12,5% de alcohol, no fue decantada. Basta con abrir un par de horas antes e ir comprobando la evolución del vino «a cielo abierto».

Este 91 tuvo una evolución elegante pero mesurada: a la media hora estaba muy arriba, después empezó a bajar un poco, se estabilizó a la hora y media y allí se quedó. Aunque no esté de moda y mucha gente critique la incomprensión que provocan estas descripciones, les diré que este vino mozo tiene un color y una limpidez extraordinarias. Es, ya a la vista, un vino terso, del suave color de una teja casi translúcida, de pasta vítrea, con dejes anaranjados. Brillante entre el rubí y la amatista que ve la luz del sol tras muchos años de penumbra. Es un vino hermoso, ágil, de una viveza arrebatadora. Su primer aroma es el de un fino cigarro holandés, con su crema de café. Cerezas en maceración. Alcohol medido y muy en su sitio. Hojas de tabaco de Virginia. Un poco de violeta marchita y de hojarasca. Vino fino. Vino delicado. Vino fresco con unos taninos pequeños, redondos y firmes en su ligereza. Aunque ahora mismo no es de aquellos Bosconias que evolucionan horas en copa, su viva acidez y su cuerpo entero hacen presagiar muchos años de vida en botella.

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