Literatura de matanza: Testamentum Porcelli

Por Jaime Martinez Porro

El latín no solo nos ha transmitido a los grandes clásicos o las obras de los autores cristianos, sino también textos que tienen que ver con el ámbito de lo popular y lo cómico. Este es el caso del Testamentum Porcelli (“El testamento del cerdito”).

La obra es de en torno a los ss. IV-V d. C. y es una de las fuentes para el estudio del llamado latín vulgar. En tono de humor un cerdito al que van a matar pide un tiempo para redactar su testamento. Este texto se puede entender bien como una ridiculización de la retórica testamentaria, bien como la cristalización por escrito de algún canto o recitación satírica que entonara el pueblo durante la celebración de la matanza.

Esta pequeña pieza no tiene desperdicio y su humor se basa en varios aspectos. En primer lugar, los nombres de los personajes que aparecen son parlantes. Así, el cocinero encargado de matar al cerdo se llama Magirus, que tiene que ver con una palabra de origen griego que significa “matarife”; el cerdito es Grunnius Corocotta, nombre en el que Grunnius tiene que ver con grunnire (“gruñir”) y Corocotta es un tipo de animal salvaje muy comilón; los cónsules que gobiernan cuando supuestamente el cerdito hace su testamento son Cibanato (“el que asa”) y Piperato (“el pimentero”). Y así una larga lista de nombres.

Segundo, el reparto que el cerdito hace de sus bienes (que son su comida y su despiece principalemente) no es aleatorio y también busca producir una sonrisa al lector o auditor.  De esta manera, dice que a los parlanchines y a los abogados les deja su lengua, a las mujeres sus genitales, a los sordos sus orejas o a los ladrones sus uñas. Al cocinero que lo va a matar le deja la un mortero y una mano del mortero. Además, dice que no lo llama por su nombre y desea que se ahorque con una ristra de ajos.

Dicta también su epitafio: Corocotta porcellus vixit annis DCCCC XC VIIII S quod si semis vixisset, mille annos implesset (“El cerdito Corocotta vivió 999 años y medio y, si hubiera vivido medio año, habría completado 1.000”).

Por último y antes de que firmen los testigos (con nombres como Asado de Boda o Bocadito de Carne), pide que su nombre se recuerde en un futuro gracias a que lo hayan cocinado con corrección (bien sazonado y especiado).

Y después de que el cerdito haya hecho su testamento, creo que toca comerse un buen bocadillo de jamón o un secreto a la plancha, que del cerdo se aprovechan hasta los andares.

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