EL PEOR RETRETE DE ESCOCIA

 

 Por Alejandro Molina Bravo

Hay libros que pertenecen a ciertas ciudades sin las cuales no habrían sido escritos; por eso se dice que si Dublín fuera destruida se la podría reconstruir tomando como única guía Dublineses, de James Joyce. Si la Old Town (Ciudad Vieja) de Edimburgo tiene su equivalente literario en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde(sí, ya sé que la acción del libro transcurre en Londres, pero cuando uno se pasea por el callejón de Advocate’s Close en una noche de lluvia y bruma comprende de dónde sacó Robert Louis Stevenson –que era edimburgués- la inspiración), el barrio de Leith se erige como protagonista de Trainspotting, la célebre novela de Irvin Welsh que conmocionó a la sociedad escocesa.

Welsh, que se crió en la zona más degradada de este barrio obrero vertebrado por la calle de Leith Walk, hablaba en su novela semi-autobiográfica de la juventud escocesa de los noventa, desorientada y sin expectativas de futuro, que se entregaban a la heroína en una ciudad con el mayor índice de drogadicción y sida de Europa. Sus personajes apenas salen del barrio, ni pisan el Old ni el New Town, donde hay calles como Rose Street, que “sólo es para turistas y maricones”. Forman parte de esa población que no se asombra por encontrar el castillo al fondo de cada esquina, porque ha crecido viéndolo y no les resulta extraordinario. Aquellos para los que el festival de artes escénicas es un incordio.

subberculture(Flickr)

La decadencia de Leith empezó en los años sesenta con el comienzo de una serie de construcciones de grandes edificios en contraste con las tradicionales casas bajas o de estilo jorgiano, que alteró la tranquila convivencia del barrio; a lo que siguieron décadas de crisis económicas, revueltas sindicales en oposición a la Dama de Hierro Tatcher, el consumismo, el paro… Y los ochenta y noventa con la expansión del sida a causa del intercambio de agujas entre adictos en los infames “chutódromos”, hicieron de barrios como Leith la cara menos amable de una ciudad que vive de su apariencia. Welsh mostró una realidad incómoda que no era fácil de afrontar, menos aún dado el éxito internacional de la novela y posteriormente de la película, que muchos edimburgueses se negaron a ver, pues mostraba una ciudad que quería escapar de esa imagen y lo estaba logrando, muchos de esos edificios ya venidos abajo. De hecho, la película se rodó en Glasgow, pues no lograron encontrar localizaciones como las descritas en el libro.

Muchos jóvenes (y no tan jóvenes, que la novela tiene ya unos años) vienen buscando la ciudad de Trainspotting, atraídos por el encanto de lo decadente, pero sólo encuentran algunos retazos. Yo he vivido en Leith, y he caminado de noche por el Leith Walk y no he visto esa realidad que muestra el libro del modo más cruel, triste y extremo. Hay borrachos y drogadictos, pero muchos menos que otras ciudades que no acarrean esa fama psicotrópica.

Si uno busca por los pubs el peor retrete de Escocia, aquél en el que recaló Rent Boy en la famosa escena de la película, no lo va a encontrar, porque ya no existe. Como tampoco existe ya Leith Central Station, la estación donde muchos parados pasaban las horas viendo pasar los trenes (es decir, haciendo “trainspotting”), trenes que ya no pasan.

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