«Destellos. Dos Orígenes», dos visiones contrapuestas de Perú y Kuwait


La fotógrafa chilena Magdalena Correa presenta sus nuevos proyectos, “La Rinconada” y “Luxury has a new Adress”, dos visiones contrapuestas sobre la disponibilidad de recursos que se unen en sintonía con la sencillez de la artista. La exposición, que consta de dieciocho imágenes fotográficas y dos videoinstalaciones, está comisariada por Belén Poole, coordinadora general del Centro de Arte Alcobendas.

 

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“La Rinconada” retrata el municipio de mismo nombre en Perú, situado a 5.600 metros, y cuyos habitantes viven de la extracción de una mina de oro situada en un antiguo glaciar. Bajo la creencia de que se trata de una fuente inagotable de riqueza, este pueblo vive una situación totalmente surrealista, en una zona sin ley, y sin ser realmente conscientes de la cruda realidad a la que están sometidos.

Por otro lado, “Luxury has a new Address” refleja el lujoso estilo de vida de Kuwait. La artista decide dar un giro radical a su trabajo y nos muestra la otra cara de la moneda, un mundo donde la mayoría de sus habitantes disponen de muchos recursos para llevar una vida llena de comodidades. Todo está sumamente cuidado y hay una enfermiza tendencia a mostrar la enorme capacidad económica lejos de la discreción. Pero esta tendencia no es la única que se desarrolla en Kuwait, sino que contrasta con esa minoría que vive en condiciones precarias, creando así una dualidad evidente entre caos y mansiones.

 

“Destellos. Dos orígenes” por Emilio Navarro, director del Centro de Arte Caja de Burgos

Una misma sensación debió de vivir Magdalena Correa cuando, tanto en las nevadas cumbres de Perú, como en la seca planicie Kuwaití, sintió como sus ojos quedaban deslumbrados por los reflejos que el sol propiciaba al proyectar su luz sobre las superficies reflectantes que a diestro y siniestro rodeaban a la artista.

En el caso de la montaña Peruana, fueron las precarias construcciones de chapa metálica plateada, que sirven tanto de morada como de refugio de últimas y únicas esperanzas de vida digna, así como  de perdición, las causantes de aquellos brillos.

Vidas truncadas o frustradas o simplemente vidas maltratadas convergen en ese punto perdido del planeta donde parece no imperar la ley y donde los que la quebrantaron alguna vez, los desheredados de la fortuna, aún pueden soñar con alcanzarla, aunque sea a base de duros golpes contra las rocas, con la ilusión de llevarse a casa un puñado de oro o unos cuantos billetes. Muchas veces, desgraciadamente, vana ilusión

Esas precarias condiciones de vida y de trabajo en un lugar  exageradamente inhóspito en cuanto a lo natural se refiere, sin  orden ni estructura social, caótico y salvaje, fueron captadas sutilmente por la artista (algo a lo que ya nos tiene acostumbrados) con ese encuadre parcial de la escena, que suele caracterizar a esta fotógrafa  comprometida con el mundo y su trabajo.

En el caso del lugar kuwaití, los brillos procedían de otros materiales cargados de un significado semiótico diametralmente opuesto al anteriormente citado.  Fueron los mármoles, los bronces pulidos, las superficies doradas las que cegaron las pupilas y el obturador de la cámara de Magdalena. Como le ocurre a casi todos los kuwaitíes, su tiempo de estancia en el país sucedió bajo techo, bajo el techo de los hogares y de los “mall” o centros comerciales, únicos espacios vivibles, no sé si por decisión propia de los habitantes del lugar, o por las condiciones climatológicas.

Ellos fueron los que le susurraron a Magdalena la inusitada forma de vida de estos hombres y mujeres. Tan acomodada, con un acceso tan fácil al lujo, al consumo, que  cumplieron a la perfección con los originarios objetivos de Magdalena: retratar esta vez, justamente, una forma de vida contraria ciento por ciento  a las que anteriormente había venido haciendo evidente en sus proyectos artísticos.  Un poderío económico que disfrutan quizá temporalmente, pero al que ninguno quiere renunciar.  Eso fue lo que quedó retratado para siempre en las tomas fotográficas y en las filmaciones de la Chileno-Española.

Fueron estos destellos de vida relajada,  los que junto a los primeros, provocaron que desde la Dirección del Centro de Arte de Alcobendas,  se apostase, sin duda con acierto,  por presentarlos en común y en contraposición, bajo un mismo techo expositivo. Y así dieron origen y nombre al conjunto de fotografías y videos que componen esta exposición, curiosamente, y en sintonía con la sencillez de la artista, nunca pergeñada para deslumbrar.

 

Magdalena Correa

Artista chilena doctorada en Fotografía por la Universidad Politécnica de Cataluña (2003) y licenciada en Bellas Artes por la Universidad Católica de Chile (1994).

En sus anteriores trabajos Magdalena Correa ha buscado siempre retratar una misma temática: paisajes aislados y difíciles de habitar. Con “Bosques Quemados” (1998-1999) retrata los restos incendiados de los bosques de Llérida. Un año después realiza una nueva exploración fotográfica, “El Museo” (2000-2002), que mostró el estado deplorable del edificio de la Academia de Bellas Artes de Santiago de Chile, y que posteriormente sirvió para su restauración. “The World of Trade Center” (2002-2204) muestra la ruptura entre la arquitectura y su entorno que ha provocado el edificio de los arquitectos Pei and Partners en el Puerto de Barcelona. Con “Austral” (2004-2006) nos hace un recorrido por el territorio aislado y precario de Aysén, Chile. “Gobi-Atacama” (2006-2007) desvela el aislamiento y monumentalidad de los desiertos de Gobi en China y Mongolia y el desierto de Atacama en Chile. Y “Niveo” (2009-2010) retrata la vida en Bahía Fildes: “Villa de Estrellas”, el único pueblo permanente y estable del territorio chileno antártico.

 

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