Anatomía de una caída, de Justine Triet

La Palma de Oro del pasado festival de Cannes Anatomía de una caída es un drama judicial áspero que podría estar filmado por la mano maestra de Michael Haneke, por ejemplo. La muerte de Samuel (Samuel Theis), un escritor que vive con su pareja, la también escritora alemana Sandra (Sandra Hüller) en un apartado chalet de montaña de los Alpes junto a su hijo medio invidente Daniel (Milo Machado Graner), es el desencadenante de este film de la directora Justine Triet (Fécamp, 1978), con una abultada obra cinematográfica sobre sus espaldas, que desvía la atención de la posible muerte accidental, o no, de su protagonista masculino para centrarla en su turbulenta relación motivada por una lucha de egos.

La película tiene un arranque ciertamente brillante (esa entrevista de Sandra con la periodista que Samuel frustra subiendo al máximo el volumen del bucle musical que está escuchando) para irse desinflando en las largas secuencias del juicio criminal a que da lugar. Anatomía de una caía es en realidad la anatomía de una relación tóxica viciada desde el principio por las renuncias de Sandra, que acepta a regañadientes vivir fuera de su país, Alemania, y Samuel, que debe sacrificar su carrera literaria a mayor gloria de su compañera sentimental. ¿Samuel se precipitó al vacío desde la ventana de su buhardilla de motu propio o fue empujado? La incógnita no se resuelve, tampoco interesa, pasa a un segundo plano.

Hay momentos, por la pobreza de recursos utilizados, que el film de Justine Triet da la sensación de ser una tele movie de fin de semana, o en que directamente la película desbarra (el intento de envenenamiento del perro de la pareja por parte de su hijo para demostrar la inocencia de su madre; esos videos que Samuel graba recogiendo las broncas cotidianas con su pareja para incorporarlas a la novela que está escribiendo y que se proyectan en el juicio; las sucesivas vistas del proceso).

No ayuda mucho a la conexión del espectador con la película la escasa empatía que provocan sus dos protagonistas adultos, Samuel Theis y Sandra Hüller, o el adolescente Milo Machado Graner que a uno le recuerda a ese niño que iba a convertirse en un pequeño Hitler en Los niños de Brasil de Flanklin J. Schaffner. Tampoco funcionan los secundarios Vicent (Swann Arlaud), el abogado de Sandra, del que se insinúa puede haber tenido una relación sentimental con su defendida, y Antoine Reinartz, el histriónico fiscal que parece estar actuando en un juicio bufo. Una buena idea argumental desbaratada por su desarrollo cinematográfico poco vibrante y plano que provoca indiferencia.

 

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