«La chica de la aguja», de Magnus von Horn

JOSÉ LUIS MUÑOZ

Cuestiones semánticas para esta excelente película: no es una película de terror sino de horror; no es una película de sustos ni de tormentas ni de puertas que chirrían, pero habla de un horror social de cuando el aborto era un crimen, y no hace tanto tiempo de esto, y ahora en muchos rincones de Estados Unidos, esa democracia que se disuelve como un azucarillo en un café, lo es.

Karoline (Vic Carmen Sonne) trabaja en una fábrica textil que confecciona uniformes para los soldados del frente de la Primera Guerra Mundial y da por muerto a su marido Peter (Besir Zeciri) que marcho al frente. Cuando queda embarazada de su jefe Jorgen (Joachim Fjelstrup) y cree que se ca a casar con él, sufre una gran decepción por el carácter pusilánime de él que está atado a una madre dominante (Benedikte Hansen). Cuando sigue adelante con el embarazo, recuerda que una mujer, Dagmar (Trine Dyrholm) la socorrió cuando intento abortar y le dijo que cuando lo tuviera se lo trajera porque se encargaba de buscar nueva familia para esos hijos no deseados bajo la fachada de una dulcería.

Contrasta en La chica de la aguja, título muy adecuado (imaginen para qué le sirve esa aguja a la costurera protagonista y no se equivocan) la exquisita belleza de cada plano magníficamente fotografiado en blanco y negro con la sórdida y siniestra historia que se cuenta. Deja mal cuerpo este film realizado de forma excelente, con una ambientación exquisita de época y muy buenas interpretaciones femeninas.  Esta coproducción entre Dinamarca y Polonia está a medio camino de La parada de los monstruos de Tod Browning y El hombre elefante de David Lynch. El director sueco Magnus von Horn (Gotemburgo, 1983) nos sumerge en un cuento sencillamente estremecedor.

No salen los personajes masculinos muy bien parados en esta historia basada en hechos reales. El marido de la protagonista es un ser desgraciado que regresa del campo de batalla deforme y lisiado. El empresario que embaraza a Karoline y promete casarse con ella resulta ser un pobre diablo enmadrado que no cumple su promesa

El director sabe captar en este su tercer largometraje, tras Sweat y Después de esto, ese ambiente sucio y misérrimo de un Copenhague a finales de la primera guerra mundial que parece salido de una novela de Charles Dickens. Hay espectaculares planos cenitales, transparencias y desenfoques de fondo, un virtuosismo fotográfico que resulta envolvente y mefítico. Una película de género perfecta que fue la triunfadora en el festival de cine europeo de Sevilla y nominada al Oscar a la mejor película extranjera en 2024.