Las salvadoras lágrimas de Ruidera

Por: Carmen Aguilar

 

Las intensas lluvias aseguran la supervivencia de las Tablas de Daimiel y el esplendor de las lagunas

 

A más de 500 personas mantenía Merlín encantados en “un lugar de la Mancha”. Entre ellas, doña Ruidera, sus siete hijas y sus dos sobrinas, de cuyos llantos el mago se apiadó y les devolvió la libertad, convirtiéndolas, “en el mundo de los vivos”, en las Lagunas de Ruidera.

 Éste es el origen, según el ingenioso “portavoz” de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, entre los términos de Ciudad Real y Albacete. Pero según los portavoces de la ciencia, las 16 lagunas, conectadas entre sí de manera escalonada a lo largo de 25 kilómetros, son fruto del drenaje natural del acuífero 24, del Campo de Montiel. Cuando llueve, el agua aflora y se forman bellos manantiales y lagunas con sonoras cascadas. Se ofrece así un paisaje apacible y acogedor para especies típicas del bosque mediterráneo. Y un paraje embaucador que deja boquiabiertos tanto a aventureros, como a los que huyen del estrés y la rutina y se esconden entre el aire puro, el intenso azul y el sonido de los pájaros roto por las cascadas.

 

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Las intensas lluvias de los últimos meses han propiciado que la primavera y el verano se presenten con unos envidiables niveles hídricos. “Desde hacía años no se veía tanta agua en las lagunas como ahora”. Era la frase más repetida entre los vecinos y guías de la zona. Algunas de las cascadas habían rebosado, incluso, su curso habitual, llevándose por delante vayas que, hace unos meses, indicaban un camino ahora conquistado por un agua enérgica.

“Esto es bueno para la circulación”, decía una joven a su grupo de amigas desde dentro de una laguna, con el agua hasta las rodillas. Pero mejor indicador de la temperatura fue el agudo y cortante chillido de otra cuando se lanzó en una de las varias zonas habilitadas para el baño. Mientras, el resto la observaba desde las toallas, tomando el sol, o desde hamacas, bocadillo o cerveza en mano.

 

El Guadiana

Hay consenso, sin embargo, entre el hidalgo cervantino y los hidrólogos en cuanto al origen del Guadiana. Para ambos, el río nace en la meseta del Campo de Montiel. No obstante, para Don Quijote, el escudero Guadiana “fue convertido en un río”, por el mago Merlín. “Él cual cuando llego a la superficie de la tierra y vio el sol del otro cielo, fue tanto el pesar que sintió de ver que os dejaba, que se sumergió en las entrañas de la tierra” (…) pero “de cuando en cuando sale y se muestra donde el sol y las gentes le vean”.

 

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Para los hidrogeólogos, hay dos Guadianas. Por un lado, el Guadiana Alto, cuyas aguas proceden de las lagunas y sus manantiales. Éstas se filtran tras el embalse de Peñarroya, última parada de las lagunas. Después, esta agua aflora en el acuífero 23, formando los Ojos del Guadiana. Para la otra corriente de expertos, es este acuífero 23 el origen del río Guadiana, a 12 kilómetros de las Tablas de Daimiel.

 

Las Tablas de Daimiel

Es un parque nacional, reserva de la biosfera y el último representante del ecosistema de las tablas fluviales. Se forma por el desbordamiento del Guadiana, de agua dulce, y el Cigüela, de agua salada. Pero durante los últimos 26 años, el Guadiana estaba desaparecido.

La sobreexplotación del acuífero 24 con fines agrícolas y su pérdida de calidad por la contaminación, debido a los abonos y pesticidas, provocaron el declive de Las Tablas de Daimiel. Como consecuencia, en el año 2009, se produjeron incendios subterráneos, que dejaban un desolador paisaje desértico. Las intensas lluvias desde 2010 han regalado una segunda oportunidad al parque y a sus habitantes y visitantes. Hoy en día, las casi 1.900 hectáreas del humedal se encuentran en su máximo esplendor.

 

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Solo se pueden visitar 100 hectáreas. Todo el recorrido se realiza a pie y parte de él, sobre pasarelas de madera para caminar por el agua. Algunas de dichas pasarelas se encuentran inundadas, una imagen impensable hace unos años, cuando la codicia estuvo a punto de imponerse a la naturaleza. Los frondosos árboles esconden pequeños pájaros que acompañan al visitante, sin dejarse ver, con sus cánticos. Y en los refugios de madera, frescos y silenciosos, es el turista el que se esconde para observar, desde unas ventanas rectangulares, la flora y fauna, mayormente, aves acuáticas.

 

Rutas por la Mancha

En la época de Miguel de Cervantes, la Mancha era lugar de paso y conectaba el centro de la península con Andalucía. El mismo escritor la recorrió cuando era recaudador de impuestos para el rey y así lo dejó reflejado en su obra. Las andanzas del aventurero hidalgo y su fiel escudero discurren por pueblos y zonas de Castilla La Mancha que existieron y existen. Rutas que hoy se ofrecen como destinos turísticos, para seguir los pasos del valeroso caballero; por ejemplo, la Cueva de Montesinos.

A ella se llega por la carretera de Ruidera hacia Ossa de Montiel. Se trata de un gran socavón en la tierra al que se accede mediante unas escaleras, sin la necesidad de la cuerda que requirió Don Quijote, pero sí de un guía. En esta caverna de Montesinos mantuvo el mago Merlín a las 500 personas encantadas, que se citaban al comienzo de este reportaje. Y allí conoció Don Quijote al caballero Montesinos, quien arrancó el corazón de Durandarte para entregárselo a su amada Belerma, cumpliendo así una promesa.

 

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400 años después, la historia que se narra de la cueva de Montesinos sigue, como sus piedras, inalterable, pero algo erosionada. Las palabras, aunque idénticas, resuenan con un eco diferente. Lo que para Don Quijote fue el descubrimiento de una gran historia; es hoy una leyenda que suscita sonrisas entre los excursionistas. Sin embargo, hay algo que no varía. “Doy por bien empleadísima la jornada que con vuestra merced he hecho”, dijo Don Quijote a su hidalgo cuando despertó de su sueño y salió de la cueva. Sensación de satisfacción reflejada, también, en los rostros de quienes, como el caballero, se adentran en las entrañas de la Mancha.

 

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