Lenguaraces, zascandiles y amorfos

 

Uno de las mayores congojas que pueden abordar al sufrido espectador televisivo es esa cohorte de personajes, cuya misión (parece ser) abordar el mundo que nos rodea desde su específica perspectiva, e ilustrar con sus conocimientos a la plebe indocta que se asoma a semejantes menesteres. Ectoplasmas que responden al oficio de “tertulianos”. Obviaremos los tertulianos vividores, que se fagocitan a si mismos en insustanciales programas que; a su vez; se retroalimentan de sus vidas, de las de sus familiares y amigos (y para de contar). Ya que el visionado de este tipo de mejunjes mentales, es voluntario, con su pan se lo coman. Que decía mi agüela. El escollo mediático lo suponen esos otros tertulianos que acuden a los debates con ínfulas dogmáticas, con vocación de magisterio indiscutible, amén de traslúcida intención de adoctrinamiento y transparente disposición de sentar cátedra. Y que lo hacen desde el analfabetismo vocacional en los temas que abordan, o desde el discurso mostrenco (o directamente zascandil). Las opiniones de algunos de estos doctos expositores producen urticaria o prurito anal (o ambos a la vez), dado el nivel de ignorancia que alcanzan cuando abordan determinadas formas de conocimiento. Percibir una nómina por derramar un discurso sectario o tendencioso, en lugar de ilustrar con conocimientos, datos e información certera, es una felonía mediática y éticamente reprobable. Escuchar a estos lenguaraces como se aventuran (osadamente) en terrenos que no conocen, como un Indiana Jones menesteroso, produce vergüencita ajena y en algunos casos un cierto asquito conceptual., ya que la intención de los cenutrios es amaestrar al personal en sus particulares ideologías, de las cuales se sienten gurús televisivos. Los cauces de estas tertulias suelen terminar en el sumidero de lo intelectual. Con frecuencia los diálogos concluyen convertidos en linchamientos de los que piensan distinto, o en  algarabía de gallinero a la hora del pienso. La técnica de persuasión más solicitada en estos foros es la denominada “vena del cuello”, debido a la hinchazón a que se someten los vasos de la pescueza cuando el razonamiento se convierte en grito compulsivo para enmascarar la ignorancia. Un cierto aroma de patetismo habita el contexto de estos engendros televisivos. En grado máximo cuando el moderador presume de tanta ignorancia como los moderados, o toma (al modo sectario), partido por alguno de los referidos. Es imperioso un aggiornamento del medio televisivo en su vertiente de coloquios y tertulias. Los programas en lugar de ateneos o ágoras, donde la opinión vaya unida al conocimiento, son patéticos corrillos donde la mercadería más devaluada, las baratijas y la bisutería se venden como si fueran tesoros imponderables. Urge una limpieza conceptual en las parrillas televisivas que conlleve la desaparición del zascandil de “vena hinchada”, de tanta panoplia analfabeta opinando sobre temas que desconoce, de tanta criaturica intelectualmente mermada. Es necesario para la salud mental del espectador y para el enriquecimiento de la sociedad. Un lindo finiquito a quienes no aportan ningún conocimiento o utilizan el medio para repartir el maná de su ideología, y (obviamente) sustituirlos por intelectuales, profesionales acreditados o pensadores liberales y tolerantes. Que haberlos, haylos…..

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