Mrs Clean

LilianPallares-1A sus órdenes

 

 

 

 

 

Por Lilián Pallares

1. Recordar lo soñado para aclarar las ideas y poner en orden mis pensamientos.
2. Hacer la cama sin que ninguna arruga altere la tersura de las sábanas.
3. Ducharme sin salpicar fuera de la bañera.
4. Verificar la ausencia de manchas por las diversas zonas de la casa.
5. Ver un pedacito de cielo por la ventana de mi ático para despejar mi mente.
6. Desayunar no sin antes comprobar que la cocina esté reluciente como un museo y viceversa.
7. Escuchar música que no altere mi tranquilidad, por supuesto, el equipo debe estar limpio y bien ubicado.
8. Verificar que mi escritorio y espacio de trabajo estén lo suficientemente ordenados porque de lo contrario podría sufrir un inminente colapso creativo.
9. Eliminar los mensajes basura de mi correo electrónico.
10. Aprovechar mis incontables visitas al baño para quitar alguna mota de polvo.

 

mrs clean - foto charles olsen©Charles Olsen

 

Es obvio, soy una maniática encantadora, una amante de los protocolos del orden y la limpieza, un ser humano al que le corre el fairy por las venas. No exagero cuando afirmo que mi hobby es barrer, que tengo la vista entrenada para cazar manchas a cualquier distancia, que no hay mejor perfume que el detergente, sobretodo cuando la ropa y las sábanas quedan impregnadas con esa fragancia a lavanda que enamora. Lo único que motiva mi visita al supermercado es aspirar el aroma fresco que emanan estos productos. Si no destrozaran mi estómago me comería encantada esos polvos de granito azul verdoso.

 

Soy ese tipo de maniáticas que prefieren recibir pocos invitados en casa para evitar cualquier asomo de desorden, y si tienen niños pequeños, mejor verlos por skype. Tampoco llevo demasiado bien que se sienten en mi impecable sofá blanco y dejen los cojines desperdigados como muñecos abandonados en un mercadillo, y muchos menos la marca húmeda de los vasos sobre la mesa de cristal.  Toda esta compulsión, que es hereditaria y proviene de mi familia materna, no indica que prefiera fregar suelos a sumergirme en las aguas cristalinas de una isla paradisíaca, lo hago porque no me queda más remedio, porque aún no tengo el suficiente dinero para contratar a una empleada que simplifique mi vida doméstica hasta el punto de convertirme en una auténtica turista del hogar.

Yo necesito que mi casa sea una prolongación de mi mente. Hay quienes dicen que ves por fuera lo que escondes por dentro y tiene mucho sentido, puede ser que en mi interior haya una legión de manchas;  y es más cierto aún que la paz es un estado de calma inalterable, por lo cual, debería tener la capacidad de escribir un poema en medio de un basurero sin perder los nervios ¡Ojalá! Que más quisiera yo.

 

Desde que vivo en España y abandoné mi vida de niña acomodada, he descubierto este fervor por la limpieza, no porque me excite hacerlo, sino porque disfruto de los aromas frutales y energías renovadas de una casa limpia y ordenada. Tampoco he llegado a la altura de mi antigua vecina, quien desde muy temprano, los sábados y domingos, pasaba rigurosamente la aspiradora hasta por las cuerdas del tendedero, mientras yo intentaba conciliar el sueño pese a mis dudas ¿qué le puede estar pasando a esta mujer para que insista en verlo todo tan sucio cuando podría estar haciendo el amor a grito limpio? Hay tanto desorden en el mundo que resulta complicado encontrar nuestro sitio sin dejar mancha alguna.

 

 

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