El hombre de los sueños, de Kristoffer Borgli

JOSÉ LUIS MUÑOZ

No se le puede negar al director y guionista noruego Kristoffer Borgli (Oslo, 1985) enorme originalidad en el planteamiento de El hombre de los sueños, lo que es casi imposible en los tiempos que corren, en esta comedia negra, provocadora y algo surrealista en la que brilla Nicolas Cage, quizá uno de los actores de Hollywood más justamente infravalorados de cuyas interpretaciones solo salvaría la del dipsómano de Leaving Las Vegas. Hay que reconocer que el sobrino de Francis Ford Coppola da su do de pecho en este film retorcido y divertido a partes iguales desde su primera secuencia, y en donde los sueños se entremezclan con la realidad e influyen decisivamente en ella, positivamente primero, negativamente después.

Paul Matthews (Nicolas Cage) es un muy convencional profesor universitario de Biología Evolutiva felizmente casado con Jane (Julianne Nicholson) que tiene dos hijas llamadas Sophie (Lily Bird) y Hanna (Jessica Clement) y aburre a su alumnado sobre el camuflaje de las cebras. Su vida da un vuelco cuando amigos y conocidos, primero, y luego millones de personas empiezan a soñar con él. Y en esos sueños, el profesor es simplemente un ser pasivo que observa sin intervenir. El fenómeno se viraliza tanto que una empresa de marketing liderada por Trent (Michael Cera) lo acoge como reclamo comercial mientras él lo único que desea es escribir un libro sobre el comportamiento de las hormigas. Todo se tuerce cuando en los sueños Paul Matthews se convierte en una especie de Freddy Krueger.

La película funciona muy bien en ese primer tramo —hilarante ese encuentro sexual frustrado por ventosidades varias y eyaculación precoz entre el profesor y Molly (Dylan Gelula), la asistenta de la empresa de marketing viral cuando ambos intentan reproducir un sueño húmedo que ha tenido ella y se constata lo lejos que está la realidad de lo imaginado—, pero decae cuando esos sueños virales se convierten en pesadillas y Paul Matthews provoca terror y rechazo allá adonde vaya: pierde el empleo, pierde la mujer y literalmente se ha de exiliar.

Kristoffer Borgli aprovecha su estrambótico, imaginativo y divertido film para lanzar una carga de profundidad contra la cultura de la cancelación, tan de moda en esta época, muchas veces aleatoria e injusta como un linchamiento, y que la sufre en sus propias carnes el profesor Matthews cuyo coche es vandalizado por sus alumnos (la pintan la palabra “pringado”), pasando, en un instante, y sin que él haga absolutamente nada para merecerlo, de la fama al escarnio, de ser un héroe popular a un villano al que todo el mundo detesta.

El hombre de los sueños es un excelente vehículo de lucimiento para ese renacido Nicolas Cage excelentemente caracterizado (calvo, canoso, de andar torpe, con pantalones caídos y enormes zapatos, es decir, absolutamente fachoso) que nos regala, sin lugar a dudas, su mejor interpretación.

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